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NO TE AHOGUES

NO TE AHOGUES

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¿Quién dijo que una gota de agua no puede arrebatarte la vida? Eliza nunca imaginó que solo bastaba una para asesinar a alguien, hasta que lo vio con sus propios ojos. Una repentina lluvia apareció en Vasgach un pequeño pueblo muy cerca de Canadá, arrebatándole lo único que le quedaba. Eliza se refugió en la tristeza al perder a su hermana, un trauma que no puede superar y un sinfín de emociones que la dejarán atrapada en el fondo del mar sin poder escapar. Un mundo lleno de magia, reyes, dioses y muerte se hará presente en su vida, al encontrarse con un misterioso chico que logra ganarse su confianza. Eliza Descubrirá su verdadero ser, su verdadero propósito, su verdadera identidad. Pero deseará no haberlo descubierto nunca. ¿Quién es Eliza realmente? ¿Te atreves a descifrar la profecía que se le viene encima?

Capítulo 1 Prefacio

Reino Aqua, Julio del año 2019.

El rey Aspú se encontraba sentado en una mesa de cristal comiendo un gran banquete para él solo, sus manos lucían tersas, tenía las uñas bien cuidadas, sus zapatos eran blancos al igual que el traje que llevaba puesto, era un blanco impecable, tanto que cuando lo mirabas podías apreciar un reflejo de luz, su cabello era gris, tenía barba, comía con toda la propiedad del mundo, cada masticar era sublime.

Dos guardias entraron a irrumpir su deliciosa comida parándose frente a él.

—¡Señor, ha muerto uno de los nuestros!—dijeron al mismo tiempo mirándose nerviosos el uno al otro. El rey levantó la mirada y limpió sus labios con una servilleta de tela para después hablar.

—Era de esperarse, un tratado de paz no dura para siempre —Un soldado iba a decir algo, pero el rey habló primero. La voz del rey era aterciopelada y su acento semejante al inglés británico con similitudes al latín.

—Así es mi señor, el aqua que ha fallecido es...

—Disculpa que te interrumpa por segunda ocasión, pero quiero enviar un mensaje, trae al mensajero —lo interrumpió con amabilidad y una sonrisa en los labios.

—¡Sí, señor! —El guardia salió corriendo.

El rey hizo un movimiento con su mano y apareció una pluma blanca entre sus dedos, al mismo tiempo una hoja del mismo color cayó sobre la mesa, y él empezó a escribir un mensaje.

—Es hora de una reunión, tenemos que tomar ciertas medidas y cambiar las cosas. Respeto Frederick, eso es lo que merecemos. ¿O me equivoco?

—Sí señor, nos han traicionado y tenemos que responder. —El coronel al mando siempre apoyaba a su rey.

—Así es y no nos quedaremos con los brazos cruzados.

—Mi señor, no le he informado el nombre del aqua que ha muerto y para decirlo necesito que fortalezca su corazón.

—Te escucho. —El rey apoyó sus manos en la barbilla, esperando a que su capitán al mando hablara.

—Se trata del príncipe Raen. —El corazón del rey se estremeció—. Un grupo de rebeldes lo asesinó, su hija fue quien nos ha dado la notificación.

—¿Inna? —El rey trataba de ser fuerte.

—Ella llegó al castillo, severamente golpeada, nos indicó que el príncipe había muerto en manos de la rebelión, seguido de eso se desplomó, la enviamos al centro médico del reino, pero aún no ha despertado. La princesa obtuvo quemaduras por todo el cuerpo, estaba envuelta en hiedra venenosa, un par de lanzas glacies en sus brazos y un torbellino la trajo hasta aquí.

—¡¿Por qué esperaste tanto para darme tales noticias?! —Se puso de pie, arrojando la mesa contra la pared.

El rey voló a gran velocidad para encontrarse con el cuerpo de su hija, ella era dulce e inocente. ¿Por qué alguien le haría daño? Al rey le dolía saber que la princesa fue testigo de la muerte de su hermano, ella lo adoraba.

Aspú sostuvo la mano de Inna, admirando su rostro, ella tenía pecas azules, iguales a las de su madre, la reina Xanna, quien murió al dar a luz a Raen, su hijo más joven.

Frederick entró a la habitación del centro médico minutos después.

—El mensaje ha sido recibido señor —anunció mirando a su superior limpiarse las lágrimas.

—Cuando me dijiste que uno de los nuestros había muerto nunca imaginé que se trataba de Raen. —El rey terminó de limpiarse las lágrimas con sutileza.

Un torbellino de humo apareció en la habitación del centro médico, para revelar a una mujer, ella llevaba puesto un vestido negro de tela muy delgada que le llega hasta los tobillos, se elevó veinte centímetros por encima del suelo, estaba descalza, su cabello era negro flotaba en el aire moviéndose en ondas perfectamente acomodadas, su piel era blanca pálida —casi gris—, tenía los ojos negros al igual que su esclerótica, era delgada y con sonrisa maliciosa.

—Hola Aspú, vine lo más pronto que pude —la voz de la mujer parecía un susurro—. ¿Qué soldado ha muerto? ¿Cuál es el estado de salud de Inna?

—No ha muerto un soldado mi querida reina del viento, murió mi hijo. —La reina llevó las manos hacia sus labios sorprendida por la muerte del príncipe.

—Eres la primera en llegar, vayamos al salón y hablemos hasta que lleguen todos.

—Como tú digas, solo espero que esto no termine en guerra. Un soldado es fácil de reemplazar, pero un hijo... —Se tocó el pecho dramáticamente y una lágrima resbaló por su mejilla—. Un hijo nunca perderá su lugar —añadió.

—Me alegra que seas consciente Eos, espero que me apoyes, así como yo lo hice alguna vez contigo —dijo mientras caminaban hacia el salón de reuniones.

—Claro, hay cosas que no se olvidan, mi querido Aspú.

Aspú se encontraba destrozado, siendo un rey y teniendo el control de un gran ejército no pudo evitar la muerte de su hijo. Él siempre había buscado la paz y el bienestar para todos, nunca pensó que asesinarían al príncipe, por eso estaba preparando el peor castigo para quien lo hubiese hecho.

Esa vez no se iba a tocar el corazón.

El par de reyes entraron al gran salón en el cual se llevaría a cabo la reunión de los cinco reyes, ambos estaban a punto de sentarse a la mesa cuando apareció una tercera criatura en la puerta del salón —era la reina de hielo—. Ella era una mujer alta, tenía el cabello gris, ojos grandes completamente blancos al igual que su piel blanca como la nieve, vestido azul y labios azules, con cada paso que daba acercándose a la mesa el suelo se congelaba

El ambiente se puso frío, la reina hizo una reverencia cordial frente a Aspú y él sonrió.

—Mi hermosa Edelweiss tomó su mano y la besó.

—Lamento tanto lo que ha pasado mi amigo —la voz de Edelweiss hacía que la tristeza se profundizará aún más.

—Oh ¡tanto tiempo sin vernos los rostros, Edelita! —La reina Eos parecía feliz de ver a la reina de hielo.

—Preferiría seguir en mi castillo congelando...cosas. —Sonrió—. Detesto que me llames Edelita —añadió con amargura.

—Se me había olvidado.

—Reinas hermosas, se que a pesar del gran cariño que sin dudas se tienen la una a la otra, no son del todo cariñosas. Hoy necesitamos hacer esta reunión porque la siguiente en perder a alguien importante puede ser una de ustedes. —Ambas asintieron.

—¿No han llegado los demás? —cuestionó Edelweiss.

—Están por llegar, mi querida reina.

Los tres reyes se sentaron en la mesa de cristal del gran salón. Cada vez faltaba menos para que la reunión comenzara, cada vez faltaba menos para parar con las matanzas de gente inocente, o al menos eso era lo que planeaban.

Una mujer con vestido y corona de hierbas entró al salón caminando con altanería, la piel verde de ella brillaba ligeramente como si fuera oro, era alta e irradiaba elegancia

Aspú, Eos y Edelweiss se levantaron de la mesa para saludarla cordialmente, ella frunció el ceño y sin dudarlo lanzó un látigo dirigido al cuello de la reina del viento.

—¡Gaia! —gritó el rey Aspú.

—Esto me parece un reencuentro conmovedor. —Se mofó la reina Edelweiss tomando asiento calmadamente admirando la escena.

Un tornado comenzó a generarse en el aire y los ojos de la reina Eos lucían aterradores mientras estaba siendo ahorcada.

—Has enviado vientos fuertes a la tierra y han destruido gran parte de la naturaleza. —Gaia estaba mirando con gran ira a Eos.

—¿Quieres iniciar una pelea? —La ferocidad de Eos era aterradora.

El tornado que Eos estaba formando desapareció y el látigo que Gaia había creado también.

—Los humanos no son buenos Gaia, por eso en ocasiones es necesario eliminar algunos. Cuando hago desastres naturales no es contra tus plantas, aunque debo de admitir que son daños colaterales.

—Por respeto a la vida del hijo de mi querido Aspú no voy a matarte, pero debería hacerlo.

—Me alegra saber que no soy la única que quiere eliminarla —murmuró la reina Edelweiss.

—Hola mi querida flor de nieve —saludó Gaia con una reverencia.

—Me alegra que hayas atendido a mi llamado. —El rey Aspú se dirigió a Gaia.

—Seguramente estás destrozado. ¿Quién pudo hacerle daño a Raen?

—Lo sabremos cuando llegue el rey que falta.

En seguida se abrieron las puertas del salón dando paso a un hombre con cabellos largos envueltos en llamas, sus ojos también ardían y en sus venas corría lava en lugar de sangre, era alto, musculoso y su semblante no parecía para nada amistoso.

—¡Rawraq! —La reina Eos fue corriendo a abrazarlo.

—Sigues siendo la misma de siempre. —Abrazó a la reina Eos con fuerza y depositó un beso en su frente.

—Hermosos encuentros —habló Aspú.

—¡Aspú! —Rawraq saludó a su viejo amigo con cariño.

—¿Comenzamos con la reunión?

—Siempre impaciente mi querida Gaia —comentó Rawraq.

—Resulta que me siento incómoda con el rey del fuego y la reina del viento en la misma habitación —habló con despreció.

—¿Qué te hemos hecho para que nos odies tanto? —cuestionó Rawraq.

—¡Destruyen mi tierra! —gritó.

—No olvides que estoy aquí Gaia, puedo congelarlos por la eternidad, o por cinco mil años —Parecía que la reina Edelweiss les había dado en donde les dolía, pues el rey del fuego y la reina de viento se quedaron callados.

—Basta, no nos ataquemos entre nosotros —ordenó el rey Aspú con voz amable.

Nadie habló, simplemente se sentaron a la mesa, esperando a que el rey Aspú hablara.

—Gaia, reina de todo lo que crece, tierra y plantas. Te recibo con gran afecto —elogió el rey del agua.

—Gracias mi querido.

—Eos, reina del aire y todo lo que vuela en el cielo. Te recibo con gran afecto.

—Soy toda tuya.

—Edelweiss, reina del hielo y todo lo helado que existe. Te recibo con gran afecto.

—Gracias Aspú, eres muy amable.

—Rawraq, Rey del fuego y de todo lo ardiente. Te recibo con gran afecto.

—Me gusta ser recibido con afecto.

—¡Sean bienvenidos al castillo del reino que se esconde entre las nubes, sean bienvenidos al castillo del reino aqua! —gritó un guardia con voz clara y fuerte.

—Gracias, puedes retirarte y vigila que nadie entre.

El guardia salió y las puertas del salón se cerraron.

Gaia lanzó rápidamente ramas y raíces bloqueando la puerta, Edelweiss levantó su mano congelando las ramas y los picaportes, Eos envío pequeños tornados alrededor, Rawraq una cortina de fuego, Aspú una cortina de agua y así bloquearon la entrada al gran salón.

Nadie podía interrumpir la reunión.

—Mi hijo ha muerto —la voz de Aspú estaba a punto de quebrarse.

Un silencio sepulcral invadió el salón.

—Fue asesinado.

Todos miraban con atención al rey del agua.

—Quiero que encuentren al culpable y lo traigan ante mi para castigarlo.

—¿Cómo murió? —cuestionó Gaia.

—Creemos que fue una pelea contra la rebelión, Raen me había mencionado acerca de eso, pero no le creí. Mi hija Inna sobrevivió, pero Raen...

—¿Quién hizo tal atrocidad? —La reina Eos se tocó el pecho con dramatismo.

—Inna tenía quemaduras en todo su cuerpo.

—¿Sugieres que fue uno de los míos? —preguntó Rawraq sorprendido.

—También tenía una lanza de hielo en el brazo.

—¡Imposible! —se quejó Edelweiss.

—Tenía ramas en las piernas y tierra en el cabello.

—Nosotros somos pacíficos. —La reina Gaia trató de excusar a su pueblo.

—Y un tornado la trajo al castillo.

—¿Ella mencionó algo acerca de lo acontecido? —preguntó la reina Eos.

—Se esta recuperando, esperamos que despierte dentro de un par de horas.

Eos soltó una lágrima.

—¡Castigaré a quien lo haya hecho! —La reina estaba furiosa.

—Ciertamente fue un grupo de los nuestros. Pero ¿quién? —preguntó Gaia.

—Las lanzas de hielo están prohibidas, solo yo puedo activarlas y no lo he hecho desde la última guerra, todos en mi reino son pacíficos, no hay manera de que...

—Las rebeliones existen Edelita, cuando alguno de los nuestros renuncia a creer en nuestra autoridad pueden hacer lo que les plazca. —El rey Rawraq miró a la reina Edelweiss con mirada penetrante.

—También fue uno de los míos —El rey Aspú se lamentó.

—¡Quieren derrocarnos! —soltó Gaia.

—Es lo que creo, les repito que Raen dijo que sospechaba de una rebelión y que lo descubriría. No creí que fuera verdad por eso no le tomé importancia... Ahora me arrepiento de no creerle a mi hijo —se lamentó el rey.

—¡Busquemos a los traidores!

—¡Venguemos a tu hijo! —Eos seguía furiosa.

Todos asintieron con firmeza apoyando al rey del agua.

—Gracias hermanos. —El rey Aspú agradeció y no pudo contenerse más.

Dejó caer su cabeza contra la mesa y rompió en llanto.

Una nube gigante apareció, relámpagos, truenos y lluvia cayeron en el salón y en todo el reino, Aspú se había contenido todo ese tiempo de llorar la muerte de su hijo debidamente, pero con sus amigos reunidos no pudo contenerse más, los cuatro reyes lo miraron con tristeza; Eos lloró, Rawraq maldijo, Gaia apretó sus puños y Edelweiss tocó su pecho sintiendo toda la tristeza que Aspú sentía.

—¿Sabes lo que Aspú está sintiendo, cierto Eos? —preguntó Edelweiss.

—Perfectamente.

—Tu también sientes su dolor. ¿Verdad Rawraq?

Rawraq miró a Edelweiss y a Eos a la cara con ojos tristes y asintió con la cabeza.

—Vivo o muerto, duele perder a quien amas —contestó el rey del fuego.

—Es por eso que no amo a nadie, así me ahorro todo el sufrimiento —soltó la reina Gaia.

—¿Qué hay de tus plantas?

—Por eso las cuido tanto.

—Seré más cuidadosa con mis vientos. —Eos se compadeció y Gaia sonrió.

Rawraq caminó hacia donde estaba Aspú y lo abrazó. El rey del agua apagó el cabello ardiente del rey del fuego con ese abrazo, tornándose en un color oscuro y sus venas dejaron de destellar como antes.

—Vas a crear una catástrofe Asp. —El rey Rawraq trató de calmar a su amigo.

Aspú sonrió y Edelweiss convirtió la lluvia en nieve, se reunieron de nuevo los cinco amigos que controlaban: Aire, fuego, agua, tierra y hielo.

Ellos juraron cinco mil años atrás que el equilibrio del universo nunca más volvería a ser roto y era hora de cumplir esa promesa. La paz entre todas las razas acababa de quebrantarse y para evitar el caos universal tenían que actuar de inmediato: Se haría justicia, de eso no había duda alguna.

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