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No lo esperaba, quizás estaba escrito en mi destino que me tenía que cruzar con él. Este hombre era arrogante, seguro de sí mismo, intimidante, atractivo cruel y frio... Todo lo opuesto a mí. ¿Por qué tenía que conocerle? ¿Por qué yo?
Es noviembre, el día esta frío y nublado con una ligera llovizna, se puede sentir la melancolía en el aire, pero eso no va a impedir que salga a divertirme con mi amigo Leo.
Saliendo del Tecnológico, fui directo a mi casa, me metí a bañar, me vestí, me empecé a arreglar cuando sonó mi celular.
– ¿Diga? – Dije al tomar la llamada.
– Ana Laura soy Leo, no te escucho bien. Amiga ¿Tú me escuchas? – Hablaba mi amigo del otro lado de la línea.
– Si, te escucho, ¿Oye cuál es el plan para ésta noche? Ya casi estoy lista – Manifesté emocionada.
– Ana Laura, para eso te llamaba. Se canceló el plan, llegó mi tía de visita – Dijo mi amigo apenado.
– No es justo. Ya habíamos quedado Leo – Respondí muy triste.
– Lo sé amiga, pero podemos reprogramarlo. Por no salir hoy no será el fin del mundo. Además aparte de hoy ¿Cuándo te he quedado mal?
– Nunca Leo y sí podemos reprogramarlo. Pero yo no me arreglé en vano, para quedarme en casa hoy por la noche, con el trabajo que me costó que me dieran permiso.
–Ana Laura... Espérame. No cuelgues por favor.
Esperé en la línea y después de un rato Leo, retomó la llamada y me dijo:
– Ya, listo. Irá mí jefe en mi lugar, así no es en vano tu arreglo y sales a divertirte un rato. Siempre encuentro la solución amiga mía. Yo arruiné tu noche, pero yo mismo ya la he arreglado – Afirmó mi amigo con suficiencia.
– No voy a salir con un viejito, amigo mío. Está bien que no me quiera quedar en casa hoy, pero sabes que no me gustan los señores grandes – Lancé una carcajada.
– No es un viejito, es alguien joven como de nuestra edad – Mi amigo seguía queriendo tapar el sol con un dedo, lo cual me hizo enojar.
– No inventes Leo. Espero que no sea una broma y de muy mal gusto. Creo que mejor me quedó vestida y alborotada a ver televisión en mi casa – Acepté con resignación.
– No es ninguna broma Ana Laura. Aquí está él conmigo, es más te lo paso – Seguía insistiendo mi amigo.
– No, no me lo pases. Sólo dime algo, ¿Cómo aceptó tu jefe salir conmigo si no me conoce? – Quise saber al menos de qué se valió mi amigo para meter a su jefe en todo esto.
– Bueno, físicamente no te conoce, pero le mostré las fotos que tomé de la fiesta de Irene – Reconoció mi amigo un poco nervioso.
– Al menos en esas fotos, no me veo mal.
– Nunca te ves mal, eres muy guapa Ana Laura.
– Gracias Leo, ¿Qué te sirvo de tomar? – Pregunté de forma sarcástica.
– Un tequila –Respondió riéndose – No pero ya en serio amiga, ve con mi jefe, no es tan mala onda.
–Está bien, pero sólo porque ya me arreglé. Dile que sí, saldré con él y espero por tú bien amigo mío que nada vaya a salir mal o quién me las pagará serás tú.
– Dice que te ve hoy a las 10 pm afuera del Tecnológico, él lleva un carro Volvo negro con placas de vehículo oficial. Además no saldrá nada mal, te lo garantizo Ana Laura.
– De acuerdo y gracias. Entonces, ahí lo espero.
– Oye, perdóname, en serio. Te prometo que después salimos, ¿va?, no quiero que sigas enojada conmigo, sabes que eres mi mejor amiga.
– No pasa nada y por supuesto que después saldremos o no te lo perdono. Espero que te vaya bien con tú tía.
– Bueno, me voy. Espero que mi jefe y tú se diviertan.
–Eso no te lo puedo garantizar, pero lo voy a intentar. Adiós Leo.
– Nos vemos, Ana Laura.
Corté la llamada y me seguí dándole los toques finales a mi arreglo, mientras pensaba en quién podría ser el jefe de Leo, pasó una hora y llegó mi amigo Manuel por mí.
– Ana Laura, vamos por unas bebidas – Me invitó mi amigo apenas abrí la puerta de mi casa.
– No puedo, tengo una cita. Sí me hubieras hablado antes, hubiera salido contigo.
– Te ves muy guapa – Aseguró Manuel mientras me miraba – El hombre con el que salgas ésta noche será muy afortunado.
– Muchas gracias, pero podemos ir por un café tengo algo de tiempo, mi cita es a las 10, en el Tecnológico – Sugerí a mi amigo.
– Bueno en ese caso vamos.
Nos fuimos en su auto un Bettle azul, muy bonito y llegamos a una cafetería en el centro de la ciudad, después de pedir nuestras bebidas buscamos una mesa para sentarnos.
– ¿Tu cita es con tu amigo Leo? – Preguntó Manuel directamente.
– No, es con otro chico.
– Pobre Leo, se ve que le gustas.
– No lo creo Leo y yo sólo somos mejores amigos. Más bien a tí te gusta alguien y no me lo has dicho.
–Ana Laura, ya sabes que me gusta Elena pero me da miedo declarármele y que me rechace. Ahora me gustas más tú – Se rio él ante su propio descaro.
– No te creo, eres un mentiroso – Reí divertida.
– Claro que es cierto. Es más hoy planeé una noche para nosotros –Puso una cara triste – Pero ya tienes planes, así que te llevaré que se te hace tarde.
– Vaya qué considerado –Me fijé en la hora sin darme cuenta de que ya se me había hecho un poco tarde – ¡Vamos!
– Pues vámonos. ¿Te dejo en el Tecnológico? – Me preguntó Manuel.
– Si por favor –Le respondí con una sonrisa.
Llegamos al Tecnológico, me despedí de mí amigo y me bajé de su auto. Miré alrededor en busca de un hombre, pero sólo había un auto negro estacionado en frente. Empecé a caminar, cuándo la ventana del auto negro se abrió y escuché una voz decir:
– ¿Ana Laura?, buenas noches.
– Hola, ¿qué tal? buenas noches – Dije sorprendida porque él sabía mi nombre pregunté – ¿Quién es usted?
– Soy el jefe de Leo –Me miró desconcertado –Sube, por favor.
– ¡Oh!, así que es usted. Mucho gusto.
Me subí a su auto y me quedé impactada, jamás había estado en un auto tan hermoso y tan lujoso, a pesar de que en mi familia había muchos de ellos, por estar mirando el auto no le presté atención a él.
– ¿Te gusta mi auto? – Me preguntó sacándome de mis pensamientos.
– Si, es muy bonito –Entonces lo miré – Disculpe, pero ¿Cuál es su nombre?
– Perdón, se me había olvidado presentarme –Me lanzó una sonrisa que me dejo sin respiración– Soy Marco Antonio.
–Mucho gusto soy Ana Laura – Dije golpeándome mentalmente –Pero tú ya sabes mi nombre.
– Si, así es. ¿Quieres ir por unos tragos? –Propuso él con esa voz seductora y varonil.
– Si claro, vamos.
Nos dirigíamos hacia nuestro destino. Yo iba mirando furtivamente todo de él. Era un hombre muy guapo con facciones muy marcadas que lo hacía ver masculino, y lo que me encantó es que desprendía un delicioso aroma que me provocaba querer retorcerme en mi asiento. Y yo que pensaba que era un viejito y no éste atractivo hombre.
Entonces como si me leyera la mente me dijo:
– Y ¿Qué fue lo que te animó a salir con un viejito Ana Laura?
– ¿Te lo dijo Leo? –Lo miré sorprendida.
–No hacía falta, te tenía en altavoz –Me miro, sonrió y volvió su vista al camino.
– Perdón – Me ruboricé –No sé porque dije eso.
– No te preocupes, quizás porque soy un jefe.
– Si por eso fue –Respondí avergonzada.
– Espero no te arrepientas de nada esta noche –Lanzó una sonrisa burlona.
– No para nada.
Llegamos a un lujoso bar al que nunca había venido, sin darme cuenta, él ya había bajado del auto y tenía la puerta abierta para qué yo saliera. Con una sonrisa me bajé del auto y el cerró la puerta y se quedó mirándome fijamente de arriba a abajo y después de soltar una carcajada me dijo:
– ¿Tus zapatos son de plumas? –Preguntó incrédulo.
– Si, ¿Están padres no? – Le sonreí con timidez.
– Están raros. Espero no haya muerto ningún ave para hacerlos – Respondió brindándome una encantadora sonrisa que dejaba ver sus dientes perfectos.
– No lo creo – Le devolví la sonrisa, él me miró por un momento y yo dejé de respirar.
– Bueno vamos – Me tomó de la mano y empezamos a caminar.
Entramos al bar, tenía una pinta de ser muy caro. Me sentí fuera de lugar, entonces lo miré y me sorprendió lo guapo que era, con su traje de vestir y sus zapatos que brillaban igual que el piso o más. Mientras que yo simplemente vestía una blusa escotada, unos Jeans y mis zapatos de plumas que tanta gracia le causaron.
Un señor se acercó a nosotros y con un movimiento de su mano nos indicó que lo siguiéramos. Nos llevó hacia el rincón donde había mesas privadas y nos indicó cual era la nuestra. Entonces cuando le iba a dar las gracias él ya se había ido y en su lugar se encontraba una delgada mujer.
– Buenas noches, soy Lorena y seré su mesera de esta noche, aquí está la carta –Nos entregó una a cada quién – En un momento vuelvo para tomar la orden.
Por más que miraba la carta no sabía que pedir. Nunca había visto nombres tan raros para una bebida. Es más nunca había tenido una carta de solo bebidas.
– ¿Ya sabes lo que vas a pedir Ana Laura? – Me preguntó él sobresaltándome.
– Aún no –Le respondí un poco apenada.
– Te recomiendo algo, claro si me lo permites –Me miró esperando mi aprobación, así que sólo asentí.
Marco Antonio hizo una señal con la mano y Lorena se acercó inmediatamente para tomarnos la orden.
–Le encargo de favor 2 Alfonso XIII – Le dijo a Lorena, sin dejar de mirarme.
– Enseguida caballero – Respondió ella, retiró las cartas y se alejó.
Me le quedé mirando extrañada, ¿un Alfonso XIII? ¿Qué diablos es eso? Pensé para mis adentros queriendo encontrar una respuesta.
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