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Mayerlin Calderone, una muchacha adolescente proveniente de una de las familias de la alta aristocracia Italiana regresa su casa tras muchos años de estar confinada en un internado, ella esta confusa por no saber por qué su familia la había llevado de regreso siendo ellos los que la tenían confinada en el internado pero a ella le daba igual estaba de regreso. Ya en Italia en el nuevo centro de académico se reencuentra con Alejandro Gambino el único hijo de los Gambinos grandes amigos de sus padres que por cierto no se llevan nada bien, amor que siempre estar en medio de una buena pelea entre bandas y su mayor jobi era el seducir a muchachitas de hermosas piernas. Alejandro además de engreído es extremadamente atractivo, pero demasiado impulsivo, Mayerlin y Alejandro al comenzar las nuevas clases notaran que no solo comparten muchas de las mismas materias que para ambos es un verdadero fastidio descubrirán que también comparten los grupos de amistades. Ellos comienzan una ardua lucha y muy fuerte guerra los cual los lleva a odiarse pero con el tiempo se verán envuelto en una serie de provocaciones cada vez más y de situaciones que los llevaran a sus límites... Y cuando finalmente se rindan a la atracción y acepten el verdadero sentimiento entre ellos nacido del odio deberán soportar y vencer obstáculos que nunca hubieran imaginado en sus vidas
Me sacaron a la fuerza de su casa y me introdujeron en el coche y luego de arrancar. Dejé a Alejandro tirado en el suelo, forcejeando con mi primo. Alejandro quería venir en mi búsqueda, pero se lo impedían. Mi madre me decía que era mejor así que me olvidara de él.
Pero como olvidarlo si sus recuerdos me abrumaban y apenas me dejaban respirar. Mi madre no era consciente de lo poco que valía mi vida si él no estaba a mi lado. Todo lo que para mí tenía significado se quedaba atrás con él. Al alejarme lo observaba por el vidrio trasero del vehículo y con ganas de gritar ese nombre que retumbaba en mi cabeza con más intensidad que nunca.
Alejandro, Alejandro, Alejandro...
Le mire por ultima ves mientras por mi mejilla rodaban lagrimas sin poder detenerlas todavía tenía el sabor de su cuerpo en mis labios, podía sentir sus dulces manos acariciando mi cuerpo, podio sentir el calor de cuerpo junto al mío, no dejaba de pensar en las últimas palabras que me susurraba en mi oído mientras me lo mordía con muchas sensualidad... y ahora veía como me alejaba de el a cada momento.
Mi madre me obligaba a apartarme del hombre al que amo sin darse cuenta de que con esa actitud solo lograba que yo muriera por dentro. Pero eso es algo que no le debía de importar lo más mínimo, después de que mi propia familia había puesto mi vida tantas veces en peligro.
Yo podía sentir como mi corazón se partía en millones de pedacitos, mientras que mi imagen se borraba empañada por mis lágrimas.
Mayerlin
Hay situaciones en la vida en las que no te das de cuenta cuando estas sobrepasándote la línea entre lo excitante y lo extremadamente peligroso; y en ese instante estaba exactamente el tipo de situación en el que yo me encontraba. Estaba sentada en el piso frio de un lúgubre, húmeda y apestosa cárcel, estaba rezando que Vladimir pagara la fianza y viniera a buscarme. El encuentro repentino con un muchacho que había conocido algún tiempo atrás, él era una persona perturbadora y agresiva que había conocido jamás en toda mi vida.
Me había arrastrado a ese repugnante lugar por mi atracción a lo indebido, lo conocí en los ambientes privilegiados en los que me solía pasar, eran antros de mala muerte donde se reunían los compañeros de mi liceo.
Mis pantalones blancos comprados ese día ahora estaban negros y arañados, mi chaqueta de cuero tenia enormes rasguños por todas parte estaba totalmente destrozada me cubría solo mi blusa azul, por culpa del forcejeo mis uñas se había roto casi todas mis uñas. Y, para el colmo de mis infortunios males me encontraba compartiendo mi celda con una mujer que parecía una bestia que no dejaba de mirarme.
Estaba toda cubierta de tatuajes y parecía todo un alfiletero cubierta de piercings, y con un mondadientes jugando en su boca, la abominable mujer parecía que me quería comer. Se notaba como me desnudaba con la vista y casi que podía notarse su humedad entre sus piernas.
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Desde luego que iba a hacer.
En el fondo solo se podía escuchar una trasmisión de una final de futbol y entremezclaban con la voz de dos guardias. Mis gritos retumbaban incontablemente veces en todas las celdas, pero lo único que recibí por su parte fueron quejas y amenazas que me callara o que iban hacer que esa noche no la olvidara nunca en mi vida, acompañados de golpe secos en una mesa.
Sin dudas ellos estaban tan cansados de mi como yo de aquel asqueroso lugar, me levante y sacudí mis pantalones aunque yo sabía que era en vanos, como si sacudiendo yo pensaba que todo el mugre se iba a caer y volvería a ser blanco.
Recordaba y me maldecía a mí misma por caer en aquel charco me recordaba también que me había costado trecientos euros por la alcantarilla. Mis pensamientos sobre el desesperado deseo de asearme y de ponerme una buena ropa de mi amadísimo armario se vieron interrumpidos cuando, de pronto siento que cae cerca de mis botas un fuerte escupitajo bien cargado proveniente de mi compañera.
Me estremecí cuando note que se había levantado y se aproximaba hacia donde me encontraba me aferre a los barrotes de la celda mientras pensaba que aquello no pintaba bien y, sin poder evitarlo, pensaba rápidamente en la situación que me había llevada hasta ese lugar y de solo pensar que esta bestia me podía hacer cualquier cosa me estaba volviendo loca.
La brisa congelada de la noche entro con fuerza cuando abrí la ventana que daba al balcón. Sin medir las consecuencias que nos encontrábamos en pleno invierno, en Austria ya estaba nevando y el ambiente era totalmente frio y todo a mí alrededor que no se encontraba congelado estaba húmedo.
Las ramas de los árboles que se podían notar desde mi balcón estaban todas cubiertas de nieve y al moverse dejaban caer espolvoreada cuando se mecían ligeramente por una suave brisa. En el patio de la casa donde me encontraba residenciada se encontraba congelado; me comentaba la dueña del establecimiento que pronto lo niños los utilizarían como pista de patinaje, aunque ese año me daba rabia de solo pensar que no iba a estar allí para comprobarlo. Estaba a punto de irme.
En internado Hogwarts se encontraba en un castillo, La historia del castillo de Hogwarts se remonta al año 1506, cuando un rey Alejandro adquirió unos terrenos existentes ante los actuales muros del nordeste, e hizo construir en el lugar un jardín de recreo y esparcimiento (el Cogen Havel, el jardín del rey, por lo que a veces se le denomina como el castillo de los jardines de Hogwarts). Posteriormente, se construyó en dicho jardín una residencia veraniega dotada de dos pisos de altura, que quedó finalizada en 1507. Dicho primer edificio puede ser contemplado hoy en día en la parte sur del dominio de Hogwarts.
Entre 1600 y 1601 se construyó el ala norte del palacio-castillo, y entre 1606 y 1614 se añadió al edificio un tercer piso, así como tres torres. A partir de ese momento fue cuando apareció el nombre del lugar, al que el rey Alejandro denominaba como Hogwarts. Finalmente, el castillo alcanzó su aspecto actual con la construcción de una torre en su fachada oriental en 1624 por el arquitecto real Hans van. Con sus ladrillos rojos, su decoración a base de gres de color gris y sus reducidas proporciones, el castillo de Hogwarts posee los rasgos característicos propios del estilo neerlandés de la Arquitectura del Renacimiento.
Y arquitectónicamente, lo adoraba. Pero una cosa era admirarlo y otra muy distinta era tener que vivir allí. Eso lo detestaba porque era una internado exclusivo para chicas, ausencia total de chicos, ellos vivían en un internado que se encontraba algunos kilómetros más alejado algunas colinas debajo.
Otra de las cosas que detestaba era que no podíamos quitarnos el uniforme que por cierto detestaba era horrible, era una verdadera condena tener que llevarlo todo el tiempo, la disciplina era medieval, muy estricta, me recordaba los libros de lectura donde hablaban sobre las colonias donde las mujeres no podía hablar ni tenían permiso de opinar nada.
Todo se encontraba bajo un estricto cronometro, hasta la hora de ir la lavado, o te adaptaba a las normas de aquella infernal institución o tu vida se volvía un verdadero infierno, asi era mi aburrida vida en aquellos días.
Hasta que un día llego mi padre. El interrumpió súbitamente en el internado rodeado de guardaespaldas, sin el más mínimo disimulo de su egolatría y prepotencia, y dejando notar su dilatado vocabulario impetuoso.
Sin más, ni más entro directamente hacia los dormitorios y al verme me ordeno a recoger mis cosas días antes había hablado con el director del internado (bueno si amenazarlo se considera una charla diplomática bueno allá ellos con sus cosas), él ya tenía todo arreglado para mi regreso.
Después de las celebraciones de fin de año, volvía a Italia. No tenía ni la más remota idea de porque mis padres había tomado esa decisión pero me alegraba la idea de volver... de verdad me alegraba demasiado la idea.
Solo diecinueve horas después me encontraba delante de un enorme armario decidiendo que chaqueta me iba a ponerme. Estaba claro debía conformarme con lo que había hasta que pudiera ir de compras. Odiaba tener que pensar que tenía que escoger entre las miles de prendas que mi hermana mayor Evelyn me había regalado.
Pocas me convencían eran chaquetas de color negro metalizado, pantalones blancos y zapatos negros de tacones altos. Me di la vuelta y me moví hasta un espejo que se encontraba justo al lado la una venta y me quede observando mi propio reflejo mientras escuchaba una música en mi reproductor digital de mi grupo favorito las Pussycat Dolls.
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