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Las vueltas que da la Vida

Las vueltas que da la Vida

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Tanto Kaila Sanders como su hija Clara tendrán una vida de ensueño, pero nadie sabe todo lo que Kaila tuvo que pasar para llegar al punto extraordinario de su vida. Su vida fue desde muy temprana edad una paradoja, luchar y mostrar su capacidad y valía ante los demás le dió a ella una vida muy satisfactoria. Una historia de luchas constantes, retos, amor, la maldad en acecho, hace de esta historia un ejemplo de perseverancia, aprendizaje de la vida. Tanto Jorge como su futuro yerno Carl mostrarán un mismo espíritu de lucha por amor, aunque ambos entren a la batalla del amor con corazas diferentes. Jorge Lenards siendo un príncipe gélido y distante que tiene todo menos interés a enamorarse, y Carl, tierno, cariñoso, con grandes talentos, y un corazón de oro, que es aprovechado por su madre y hermanos. ¿Podrán encontrar el equilibrio exacto que da el amor en la vida? Siganme a lo bueno...

Capítulo 1 Tenerlo en sus manos.

En un asiduo pueblo minero vivía la Familia Quintero, ellos eran una familia adinerada por lo que eran muy crueles y apáticos con las demás personas.

El momento crucial se daba cuando la mujer de aproximadamente unos 40 años daba órdenes a unos criados y a unas dos parteras que tomaran al bebé que apenas segundos antes había nacido.

—¡Dejarán a este engendro bebé en la puerta de algún orfanato, pero no cualquier Orfanato, sino el que quede lo más lejos posible de aquí.

Dalia Liú, era la asistente de hogar de los Quintero, y abuela de aquella bebé recién nacida, por lo que rogara por su pequeña nieta, le pidió a sus patrones que le permitiera irse con su nieta y no volverían a saber nada de ellos.

Con caras tempestuosas gritaron al unísono tanto Paul Quintero como su esposa Meredick.

—Porqué haríamos tal cosa, esta criatura es un engendro. Nacido de la unión indeseable entre mi hija y tu bastardo.

—Por favor, déjame a mi a la criatura, me lo llevaré lejos de ustedes, no sabrán nada de ella y de mí —volvió a suplicar aquella mujer. Doña Dalia lloraba de manera impotente. Luego dijo en son de tocar los hilos del corazón de estas personas.

—También es tu nieta, ¿por qué haces esto? —replicó ya sin más lágrimas que sacar fuera.

—Eso es lo que temo que andarás diciendo presisamente eso, de que esa bastarda engendro es mi nieta.

—¡Jah, yo mezclada con la gente mas baja de este pueblo, que dirán por Dios!

—Por eso, no sabrás su paradero —engulló Meredick.

Dalia Liú era una mujer de unos 38 años, trabajó para la familia Quintero desde su tierna juventud de 16 años, era huérfana de padres.

Cuando Dalia tenía unos 18 años, una familia mucho mas adinerada que tenían negocios en común llegó al pueblo Minero.

El propósito de Mederick era asociar desde temprano un lazo familiar para en un futuro tener a esta familia a su favor.

El hijo mayor de la familia visitante tenia 17 años, cuando conoció a Dalia le gustó mucho, era un amor primaveral. Eran tan jóvenes que el amor profeso duró lo que duró los días de vacaciones.

Nueve meces y diez días después nació el hijo de Dalia Liú, ella lo nombró Constantino, al pequeño y ella lo llamaba Tino de amor chimirringo.

Tino había cumplido sus 19 años, ya era un joven bien crecido y formado, pero sin oportunidades de crecer y ser exitoso, por lo que él se dedicaba a los mandados de la casa de los Quintero y lo o hacía también por no alejarse de su madre, se había quedado viviendo en la residencia Quintero.

Vaya familia era los Quintero, despiadados, tenían una hermosa hija, mayor que Tino llamada Margareth Quintero de 21 años.

Margareth solo venia en días de vacaciones, por que sus viciosos padres creían que en el pequeño pueblo no había candidatos superiores o iguales a su familia en cuestiones de riquezas y posesiones.

No sabían que Margareth amaba a Tino en secreto.

Cuando Margaret se iba a la gran ciudad a estudiar y preparar su vida, añoraba al joven Tino.

Así había sido desde años atrás, pero mantenia en silencio su amor.

El año pasado cuando ella vino a pasar vacaciones, se le declaró su amor a Tino, el joven sabía cómo era está familia por lo que le había dicho que no tenía interés en la joven.

Sabía que si se intentaba, no habría oportunidad para esta relación, pues no prosperaría. Sabiendo eso Tino ahogó ese sentimiento que pudo germinar en su corazón.

Reacio a tener una relación amorosa. Tino se dedicó a trabajar y rehuir de ella ignorándola, Margaret sufría a solas lo que estaba pasando.

La noche antes de marcharse a la gran Ciuda, Margaret entró a la habitación de Tino y se metió en su cama. Todo esto en secreto.

Cuando Tino entró se percató de lo que estaba pasando, vió a la hermosa Margareth acostada como Dios la mandó al mundo.

—Tino, solo tómame por esta vez, si me casan con otro a quien no ame, al menos tendré este recuerdo de los dos juntos. — dijo Margareth.

A Tino también le gustaba Margareth, pero era un joven juicioso, por eso mismo se autocontrolaba.

Los dos jóvenes conversaron toda esa noche, Tino no la tocó, aunque ganas no le faltaron.

Margareth estaba mas que feliz y al dia siguiente se inventó una gran excusa para quedarse más tiempo, logrando quedarse por 4 días mas.

Así pasó junto a Tino esas noches, pero antes de volver, la última noche ellos hicieron el amor, al día siguiente Margareth se fue sin saber que iba embarazada de Tino.

Dos meses después Margaret se dió cuenta que estaba embarazada, pero se envolvió de un silencio.

Cuando el embarazo ya iba por los siete meses, los padres de la chica se dieron cuenta.

No tenía que correr largo para darse cuenta que Tino era el responsable de aquel embarazo. Decía, Tino, el hijo de la sirvienta es el padre de esta criatura. Inmediatamente encarcelaron al joven Tino.

Tomaron a su hija y al encerraron en el piso de arriba y no la dejaron salir, empezaron a decirle a todos que Tino era un delincuente.

"Nuestra Margaret sigue estudiando en el extranjero, no ha venido por está en lleno con su carrera, dijo mintiendo ante todo el mundo.

Dos meses después nacía en manos de comadronas una hermosa niña con un destino tan oscuro.

Una bebita que no iba a tener un hogar, unos padres, una familia propia. Solamente se tendría a ella misma.

El criado verdugo de la familia Quintero, fiel a la petición de su jefe, se llevó a la pequeña bebé consigo. Cruzó varios pueblos y la llevó lejos de casa.

Buscó un orfanato y la dejó en la puerta, antes de irse volteó a ver el canasto y vio adentro, dormía con su carita sonrojada una hermosa niña.

Se parecía a su madre, pero también se parecía a los ojos profundos de Tino.

—Tino, miraste muy alto —dijo en reproche.

—Codiciaste el manjar en la mesa, y mira como acabaste... pero ¿cómo? si tú sólo eres un perro —murmuró de nuevo.

Al hombre le daba envidia que Tino haya mantenido una relación estrecha con la joven señorita de la familia rica.

Dejó un amuleto que tiempo atrás el mismo Tino lo había creado, en la escuela secundaria cuando asistía con él, en ese entonces también había una joven que él quería para sí, pero la joven eligió a Tino, solo para que Tino la rechazara.

Por eso y por mas es que aquel hombre que se convirtiera en un pelele de los Quintero se volviera contra Tino.

Al dejar a la criatura, el bebé de repente estalló en llanto como si supiera que la estaban dejando atrás.

El trabajador leal de los Quinteros se escondió entre unos matorrales y observó desde allí.

Quería ver que pasaba con la pequeña. No pasó nada, solo salió una señora rezongona y metió a la bebé entre murmullos. " Otra boca que alimentar" alcanzó a oír que dijera.

Tino estaba desesperado en la cárcel, cuando recibió la visita de su antiguo compañero de escuela.

El hombre lo miró con saña y arremetió contra Tino.

—Te tengo en mis manos Tino, te sostengo sobre un acantilado, pero te soltaré, ¿qué me dices? ¿me ruegas?

Pídeme clemencia y talvez me compadezca de ti. —dijo con voz melosa malvada.

Tino no rogó, no dijo dijo nada. Por lo que se enfureció el hombre.

Salió de ahí y le dijo a los guardias, "ten a este hombre a pan viejo y agua nada más.

Por su parte, Margaret también sufría, cada ves que recobraba la conciencia la Chica le pedía a su madre que le devolvieran a su hija.

Mederick solo le ordenaba inyectarla para mantenerla dormida a su hija, pero en una de esas veces que Margaret estuviera conciente, le dijo a sus Padres.

—Si ustedes hacen daño a mi bebé o a su Padre, se arrepentirán, se los juro.

—No me dejen viva si ya les han hecho daño a ellos, ellos son mi vida —gritaba la joven quién ya había perdido gran parte de la salud y su belleza se había deteriorado.

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