Vivian es una mujer fría, atractiva, tajante en los negocios, amante del buen sexo y los encuentros sin ataduras, está convencida de que jamás volverá a amar y lo único que busca es divertirse. Llamada por muchos cómo "La señorita hielo" no sólo por su actitud, sino también por su fría mirada. Tyler Donovan, mejor conocido por las revistas corazón, como; "El señor fuego" te hará arder de pasión. Amante del sexo libre, pasional, ardiente como el desierto, meterte en su cama es toda una aventura en la que arriesgas el corazón. Nada más conocerse comenzarán a saltar las chispas, y pronto se desatará la pasión. En este duelo por descubrir quién es el más fuerte, en esta furia de Titanes, alguien está a punto de perder y salir con el corazón roto.
¿De dónde surgen las pasiones repentinas de un varón por una mujer, las pasiones hondas, entrañables? De lo que menos, de la sola sensualidad; pero cuando el varón halla juntos en una sola criatura el desamparo, la debilidad y, a la vez, la altanería, en su interior es como si su alma quisiera desbordarse: queda conmovido y ofendido en un mismo instante. En ese punto brota la fuente del gran amor. Friedrich Nietzsche
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Vivian se encontraba sobre la amplia cama, esperando recuperar el aliento y que su agitada respiración se regularizara, los espasmos del intenso placer, seguían recorriendo su cuerpo a través de vibraciones que viajaban a lo amplio y largo de todo su ser, sobre ella yacía aquel masculino cuerpo que aún temblaba como muestra de haber obtenido la culminación de la satisfacción, su peso no le aplastaba, ni le incomodaba en lo más mínimo, sin embargo el deseo de verse liberada de él, crecía en su pecho.
-Apártate, Andrew- le dijo con voz entrecortada.
-Pero Vivian. . .- la miró a los ojos.
-He dicho que te apartes- la mirada que le lanzó con sus fríos ojos grises amenazaron con enfriar el placer que recorría su cuerpo, así que sin querer tentar a su suerte se corrió hacia un lado, quedando sobre la cama con la vista en el techo, después de algunos segundos se giró para poder contemplarla, apoyó el codo sobre la cama y con una mano sostuvo su cabeza. Vivian era realmente frustrante, y siempre se sentía como su juguete de turno, solo le utilizaba cuando su cuerpo ansiaba ser saciados de caricias, en primer momento le pareció lo más adecuado, pero ya no estaba tan seguro. Necesitaba que ella le diera mucho más de lo que hasta ahora le ofrecía. Su cabello se extendía a lo largo de la cama, sus parpados estaban cerrados escondiendo esos ojos que jamás mostraban nada; grises, fríos, duros, si en algún momento mostraban algo bueno, sin duda era el momento en que llegaba al clímax y estos brillaban como despendiendo luz, y aquello la hacía ver realmente hermosa. Su cuerpo era extremadamente delicioso, bien torneado, firme, delicado pero fuerte a la vez. Sin previo aviso ella abrió los ojos y se giró hacia él, su mirada totalmente inexpresiva.
-¿Qué sucede?- preguntó con tono autoritario.
-Observaba lo hermosa que eres.
-Dejémonos de tonterías, Andrew- su tono de voz hubiese helado a cualquiera.
-No son tonterías Vivian, eres hermosa- ella lo miró fijamente con su expresión que no delataba nada- me encanta como gimes mientras te dejas arrastrar por el placer.
-No te confundas, no me dejo arrastrar por nada, solo le doy cabida en mi cuerpo, pero solo porque yo así lo decido.
-De acuerdo, solo digo que me excitas muchísimo. . .como tus labios tiemblan- dijo con voz ronca, sin apartar la mirada de sus ojos- como tus piernas se enredan en mi cintura. . . como dejas la marca de tu pasión sobre mi espalda. . . tus uñas se hunden en mi piel mientras alcanzas la cúspide- estiró su mano para tocarla, pero ella se apartó con violencia, como si la hubiese quemado- ¿qué sucede?.
-Me daré una ducha.
-Pensé que podrías quedarte ésta noche- su sonrisa cínica le taladro el alma.
-Yo nunca me quedo en ninguna cama que no sea la mía, Andrew.
-Eso es fácil- dijo intentando sonar firme- podría ir contigo a tu casa, así nos quedaríamos los dos.
-Ningún hombre duerme sobre mis sábanas, pensé que lo tenías claro. En mi cama solo duermo yo.
-Pero Vivian. . . Después de tres semanas, llegué a pensar que tendrías mis reglas claras.
-No entiendo tus reglas Vivian; solo satisfacción, nada de sentimientos, nada de caricias furtivas, nada de besos robados, no te quedas ninguna noche conmigo, no me llevas a tu casa. . .si, el sexo contigo es increíble, pero. . .
-Mis reglas no son para entenderla Andrew, sólo debes acatarlas- dijo levantándose de la cama y caminando completamente desnuda hacia la puerta del cuarto de baño, Andrew sintió como el deseo pulsaba nuevamente en su ser, ella era hermosa; fría. . .si, tan fría como un iceberg, pero atrayente e increíblemente seductora- si no puedes ajustarte a mis reglas, es mejor que te despidas de mi cuerpo- él suspiró con frustración, después de tres semanas disfrutando de sus placeres, debería sentirse saciado, pero por el contrario, estaba más hambriento que nunca.
-Prefiero seguir tus reglas, aunque. . .
-Perfecto- respondió interrumpiéndolo.
-¿Me dejaras llevarte a casa?- le preguntó serio.
-No. . .iré por mis propios medios. . .- lo escuchó gemir frustrado, lo miró y lo llamó con un gesto, disfrutaba tener ese poder sobre los hombres- pero si quieres, puedes ducharte conmigo, Andrew- Él no se hizo de rogar, saltó de la cama y llegó a la ducha justo cuando ella cerraba la puerta.
Después de salir de la casa de Andrew, tomó un taxi y le dio la dirección para que la llevara hasta su propia casa. Durante el largo trayecto pensó en él; era muy guapo, inteligente, uno de sus mejores empleados, y desde hacía tres semanas había descubierto que sus habilidades no solo eran en la oficina, sino que en el dormitorio también merecía un gran reconocimiento. Reconocimiento que obviamente ella no le haría, eso hincharía su ego y se haría el exquisito, y aquello acabaría con su diversión, porque si había alguien que podía hacerse la difícil, ese alguien era solo ella. Johanna solía decirle que debía pensar en el amor, pero para ella esa palabra estaba fuera de su diccionario, de su vocabulario y sobre todo de la aplicación. . . placer. . .de eso si conocía y sabía ella, en ese arte era profesional, capaz de medir sus habilidades con cualquiera. Su amiga odiaba su actitud, pero poco le importaba, los hombres eran mujeriegos, en su mayoría solo estaban con alguna mujer por el placer que pudiera ofrecerle su cuerpo, entonces si era aceptable para ellos ¿qué era lo inaceptable para las mujeres?, Ella si era simpatizante de la igualdad de derechos, del feminismo y de la liberación sexual, ser cohibida era para tontas, conocía su cuerpo, conocía el placer y no se cohibía en obtenerlo, no quería nada de romanticismos en su vida, ¿por qué malgastar el tiempo en absurdos sentimientos que solo generaban un desgaste personal y psicológico?. . .no, ella era diferente a todas esas tontas mujeres que iban besando el suelo por donde esos idiotas rompecorazones pasaban, en su caso hacia que los hombres se arrastraran ante ella pidiendo una noche más. . . placer. . . eso era lo único que le importaba de los hombres, el placer que sus cuerpos podían brindarle, si después de gozar en sus camas, no estaba satisfecha o ellos no lograban llenaban sus expectativas, sencillamente se marchaba y los dejaba ansiando un segundo encuentro que nunca llegaría. Ella dominaba las relaciones, ella ponía las reglas y si no estaban de acuerdo, pues allí estaba la puerta, que se marcharan y dieran paso al siguiente.
No era de las tontas que esperaban rosas y chocolates, ni que esperaba visitas. Mientras menos contacto, mejor, el único contacto que le importaba era el físico, el roce de su cuerpo desnudo junto al de un excitante ser del sexo masculino. Tampoco era de aquellas que fingían para que ellos pensaran que lo había hecho todo muy bien. . . ¡No señor!. . .ella pensaba;
¡ A mi, compláceme cómo es debido o sal de la cama!.
Johanna le solía decir que en ocasiones se comportaba como una ramera, en respuesta, ella reía y contestaba; Si, lo soy.
El taxi la dejó frente a su casa, pagó al conductor y bajó. Luego de tomar dos tazas de café y comer un sándwich se puso el pijama y se metió a la cama, y sin saber cuándo, se quedó profundamente dormida.
Al día siguiente llegó a la oficina muy temprano, se sentía relajada, aquel encuentro con Andrew, la había dejado satisfecha.
-Buenos días- saludó a su secretaria.
-Buenos días, señorita Way- le respondió aquella bonita y menuda mujer.
-¿Algo importante para hoy?
-No señorita, ni para hoy, ni para mañana, tendrá dos días tranquilos.
-Yo nunca tengo días tranquilos Bárbara, adelantaré trabajo.
-Por supuesto, señorita- sin decirle más nada entró a su oficina. Se dedicó a revisar algunas carpetas que contenían documentación para reuniones que tendría la próxima semana. En aquello se le fue toda la mañana. Un llamado a la puerta la sacó de su concentración.
-Adelante- dijo sin levantar la vista de los documentos.
-¿Estás muy ocupada?- la voz de Andrew le llegó a los oídos, ronca, sexy y suave.
-Solo adelanto trabajo, Andrew- dijo aun sin verle- ¿En qué puedo ayudarte?.
-Quería comunicarte un par de cosas, Vivian- ella levantó la vista y sus fríos ojos grises lo taladraron.
-Te he dicho que el único lugar en donde puedes llamarme por mi nombre, es en la cama, Andrew, aquí en la oficina soy tu jefa, y debes llamarme como lo hace el resto.
-Lo siento, señorita Way- le respondió con un poco de ironía, no comprendía esa actitud, esas tontas reglas. Ella era la misma mujer a la que hacía gemir, la misma que temblaba entre sus brazos al alcanzar el climax, la misma a la que adoraba con cada centímetro de su piel. Le frustraba. . .le frustraba su actitud- tengo información que quisiera compartir con usted, si me lo permite.
-Tome asiento- le indicó una silla frente a ella, lo miró directamente a los ojos- y bien. . .
-Recibí una llamada muy temprano señorita Way, es de una empresa muy importante.
-Mmmm. . . ¿y qué desean?
-Negocios. . . la secretaria me dijo que el dueño desea reunirse personalmente con usted para plantear algunas ideas que puedan ser de provecho para ambos negocios.
-¿Sólo eso dijo?- preguntó frunciendo el ceño.
-Si, dijo que su jefe desea hablar personalmente y así exponer todo, si deseas reunirte con él, vendrá con un pequeño equipo de trabajo.
-Supongo que nada pierdo con escucharle, y por el contrario podríamos ganar mucho.
-¿Entonces?
-Concreta la reunión con ellos, para dentro de dos o tres días, y escuchemos lo que tengan que decir.
-Muy bien- respondió con una amplia sonrisa- entonces me marcho señorita Way- él se puso en pie, la miró directamente a los ojos y luego se giró para marcharse, de pronto escuchó como sus tacones resonaban en el suelo, lo que le indicó que ella venía tras él. Cuando colocó la mano sobre la perilla, sintió como la femenina mano cubría la suya. -¿Necesita algo más, señorita Way?.
-Sólo una cosa, señor Smith- ella le retiró la mano de la perilla y puso el seguro, Andrew sonrió aún de espalda a ella, la sintió acariciar su amplio pecho mientras dejaba húmedos besos en su oreja que bajaban hasta el cuello.
-¿Qué pretende, señorita Way?
-Divertirme- susurró pegando sus pechos a la masculina espalda.
-Estamos en horario de oficina- dijo medio gimiendo.
-Lo sé, todos están almorzando y. . . yo soy la jefa, ¿lo olvidas?- lo giró hacia ella y lo miró con el ardiente deseo reflejado en sus fríos ojos. Esta endemoniada mujer iba a volverlo loco. La aprisionó contra su cuerpo haciéndola sentir su propio deseo. Ella sonrío y fue dando pequeños pasos con él hasta llegar al cómodo sofá que estaba en un rincón.
-Yo creo que no. . .
-Nada de eso- respondió ella besando su cuello y empujándolo suavemente para que cayera sobre el sofá. Se sentó diagonalmente en sus piernas, rodeó su cuello y lo beso ardientemente, permitiendo que su lenguas se encontraran en una erótica danza, se alejó un poco de él y arrastró una mano entre ambos cuerpos, desabotonó su cinturón y su pantalón, se puso de pie y le sonrió, Andrew la entendió perfectamente, bajó un poco su pantalón y su ropa interior liberando su erección. Vivian subió su falda tubo hasta las caderas, tomó el elástico de sus braguitas y las bajó, deshaciéndose de la prenda la dejó caer al suelo, sonrió al escuchar que Andrew gemía. No tenía deseos de esperar así que se acercó a él.-Esto será divertido- dijo ella sentándose a horcajadas sobre él. De ambas gargantas escapó un suave gemido al sentir como él se adentraba con suavidad en sus profundidades.
-Señorita Way. . . es usted increíblemente deliciosa- susurró y de inmediato intentó desabrochar la blusa de ella, un ligero golpe en sus manos lo obligó a mirarle- ¿Qué suced. . .
-No quiero que arrugues mi ropa- inició unos suaves movimientos y él gimió entreabriendo sus labios- te está prohibido tocar mi cuerpo en esta ocasión.
-Pero. . .
-Nada de peros señor Smith, ahora dedíquese a complacerme- inicio un anhelante beso mientras sus movimientos acompañados de las fuertes embestidas la acercaban a una velocidad vertiginosa a la culminación del placer.
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