tas golpeaban con furia el cristal, haciendo que la ciudad se difuminara en una amalgama de luces y sombras. El sonido constant
a tormenta que azotaba la ciudad no era nada comparada con la tormenta interna que se desataba en su mente. Sabía lo que tenía que hacer, pero la incertidumbr
No cuando la sombra de Mateo lo acechaba de nuevo. Mateo, su ex amigo y socio, un hombre que alguna vez había sido su aliado, ahora rep
eo había cruzado la línea, metiéndose en el terreno de lo personal. No solo había manipulado los negocios de Adrián, sino que también había acechado a Emilia, la mujer que Adrián empezaba a ver de
edos acariciaban la fría superficie del cristal. "No so
ol, de convertirse en una marioneta de sus propios sentimientos. Adrián había aprendido a ser el hombre que todo el mundo admiraba: calculador, implacable, sie
a un lugar que le diera una falsa sensación de seguridad, un edificio en ruinas, uno de esos que el tiempo había olvidado. El lugar perfect
rativa, el sonido de sus pasos parecía amplificarse, como si cada uno de ellos representara un paso hacia lo descono
oscuridad que parecía envolverlo. La carretera desierta se extendía ante él, como una línea recta que lo llevaba directo hacia la confrontación. No podía evitar senti
lo atormentaba mientras manejaba, el sonido del motor y el golpeteo de la lluvia creando una atmósfera que se sentía cada vez más asfixiante. El miedo se apoderaba de él, y no por el enfrentamiento con Mateo, sin
que se proyectaban de las ruinas del edificio. La tensión en el aire era palpable, como si la propia ciudad estuviera conteniendo la respiración. A
ficaba la soledad que sentía. Mientras se acercaba a la entrada, la incertidumbre lo invadió nuevamente. ¿Qué pas
reando sombras largas y extrañas. Allí, en el centro de la sala, estaba Mateo. Su figura se destacaba contr
urlón-. Pensé que ya no tendríamos más encuentro
e. La tensión en el aire era palpable. Los dos hombres se miraban, pero era como si ninguno de ellos estuviera viendo al otro real
Mateo -dijo Adrián finalmente, en voz ba
ez, Mateo comenzaba a sentir la presión de la situación. Su rostro se endur
nó en el vacío, y por un instante, el tiempo pareció detenerse. Mateo miró a Adrián, la fur
voz fría, cortante-. Si la vuelve
a inmovilizado, el brazo apretado alrededor de su cuello. La
me? -preguntó, en otro tono, ya n
o caer al suelo. Mientras Mateo se levantaba, aún jadeante, Adrián ya s
ella de nuevo -dijo sin volv
había logrado lo que se había propuesto, no podía quitarse el sentimiento de incertidumbre. ¿Era esa la forma cor
enir. Pero Adrián sabía que ya no había vuelta atrás. Y la incerti