a Sofía. Era la hermana pequeña de Mateo, pero su corazón siempre había estado m
", le dije, sin aliento. "T
a en mi pecho. Sus ojos se llenaron de
, dejando la manta a un lad
lo
espués, Sofía volvió. Sola. Con la marca roja de una m
ó. "Me acusó de conspirar contigo para avergonzarlo
a desesperación. Mateo no solo nos había tra
la ayuda no venía a noso
nando extrañamente calmada. "Llévalas a la igles
ante. Mi padre solía decir que era más terca que un político, pero
ro de cabras que serpenteaba por el filo de la montaña. Peligroso
ión era más grande que
o la sombra de los árboles mantenía el camino húmedo y resbaladizo. Cada pas
ré, acariciando mi barrig
escuché el sonido de otro animal detrás de
ndo ver el rost
Mateo, su sombra más fiel. Su rostro, no