de Leo era una prueba ardi
iendo sus pequeños sollozos contra mi pecho. Miré
e mi cas
ateo, actuando como la pacificadora. "Cariño, vámonos
cuerpo del pequeño perro y
o había tie
l médico, un hombre mayor que me conocía de
sto?", preguntó, su v
e", respondí
impió la zona y aplicó una pomada. "Esto
lo estoy
ieron a aparecer. Esta vez, entraron a la casa
de comer", ordenó Mateo, como si to
os muebles gastados. Santiago corría por la pe
ue Leo también tenía que comer. Preparé un almuerzo sencillo: arroz
se una presa de poll
a otra, Mateo tomó el plato y
tas reponerte de este
sa triunfante, y empezó a co
la y la puse en mi plato, con
iago fue
el trozo de pollo. Se lo metió en la boca, mastican
o, con los ojos llenos d
a que colm
arlo dos veces, le di
suficiente para que soltara el po
un salto. "¡Mi hijo! ¡
furia. Se levantó y
niño indefenso! ¿Ves? Por eso no pue
ble y de tus escándalos. Nos vamos. Y te juro que nunca más volverás a saber
jó a Valeria y a Sant
pasar ni un minuto m
, se
oficial y marcharse, leva
Leo llorando en silencio y el
sentenciado. Creía que me
quiv
o. Era mi única posesión de valor.
o. El dueño me miró con pena. Sa
me da p
o de billetes
de autobuses y c
de
ogo
r la guerra