licía. Un escándalo de bigamia involucrando a un oficial de una
icipé, Mateo re
o vino
o de lo que habría tardado en mi vida anterio
de los padres de Mateo, j
o elegante, de tela fina, que contrastaba brutalmente con la ropa gastada de las muje
rio. Su sonrisa era dulce, compasiva, la viva imagen de la esposa de
", la oí decir a una vecina.
enos de sus regalos, empezaron
queño patio de tierra cu
¡Tu papá n
ero hijo es
ndo a Leo. Él estaba en un rincón, con los oj
na mirada furiosa
so, mi amor. Tú
niños, como piedras, ya
la confrontación s
rta. Su rostro era una m
ste? ¿Ir a la policía? ¡Es
justo para mi hijo", respondí,
ón de delicada preocupación. Y a su lado, Santiago, un niño de la misma e
rro callejero que Leo había adoptado hacía unas semanas,
con las sobras de nuestras humildes c
ueca de desprecio,
imal ta
o una patada bru
oloroso, y se retorció en el suelo
partió el alma. Corrió hacia su perro, i
por su rostro. Se gir
taste! ¡Lo
cía, como hombre, como padre, hiciera lo
, se giró
animal sarnoso y sucio aquí? ¡Pudo haber mordido
ue seguía llorando y
Mateo. "¡Deja de menti
, hizo lo
o y abofeteó a
sorpresa que por la fuerza del golpe. Se llevó una mano a la mejilla, que empe
la Sofía sumisa m
ntre ellos, em
uelvas a toca