ando un dulce. Un empleado de la casa de subastas lo colocó cuidadosamente en una
ra para el jardín" , dijo con una voz
. Abrió la caja con impaciencia, sus ojos brillando no por la maravilla del obje
y en un movimiento torpe y deliberadamente de
or. Se partió en dos pedazos grandes y varios fragmentos más pequeñ
r cosa que hubiera sentido antes, la atravesó. Se arrodilló lentamente, sin importarle las miradas curiosas de los demás, y comenzó
a un símbolo perfecto de su vida con Julián: algo hermoso, destrozado por la indiferencia y la malicia
n. "¡Oh, no! ¡Lo siento tanto, Elara! Fui tan torpe. Por favor, perdóname
me caro de Sofía la enfermaba. Solo quería r
fureció. Su ira no era hacia Sofía por su
la. "¡Deja de montar este numerito! Sofía ya se disculpó. ¿Por q
os de una mezcla de dolor y rabia. "
rada horrorizada de Elara, lo arrojó con todas sus fuerzas contra una columna de mármol. El fragm
el rostro rojo de ira. "¿Estás cont
Elara albergaba por el hombre que una vez había adorado, se extinguió para siempre. El dolor se transformó e
limpió las lágrimas con el dorso de la mano y miró a Julián, no con odio, si
uila y serena que sorprendió incluso a s
ar atrás. No recogió los pedazos rotos. Dejó su pasado
Hizo una gran pila en el centro de la habitación. Cada objeto que añadía a la pila era como quitarse una cadena. Se sentía más ligera, más libre. La mujer que había amado a Ju