iedad, dejándome solo los restos. Yo, Sofía, una vez la promesa más brillante de mi generación de diseñadores, ahora llevaba una bandeja con copas de champaña, vestida con un
nces l
e gritaba éxito, y ella, aferrada a su brazo, con un vestido de alta costura que yo sabía, con una punzada de dolor, que
amiga, ahora me miraban con un desprecio frío y calculado. Sonr
quí. Veo que por fin encontr
siquiera se dignó a mirarme, su atención fi
su copa "accidentalmente", derramando el l
alsa consternación que no engañaba a nadmillación me quemaba la cara, más que la mancha fría en mi pecho. Me qued
justicia era tan grande, tan abrumadora, que sentía que me ahogaba. Recordé mi sueño, el que tenía desde niña: convertirme en una diseñadora reconocida, ver mis creaciones cobrar vida. Todo me lo habían a
ra de mi ser una segunda oportunidad. Una oportu
a oport
de pino. Estaba sentada en un pupitre de madera, la luz del sol de la tarde entraba por los grandes ventanales de un salón de clases.
os. Eran las manos de una joven de dieciocho años, sin ca
a vu
mi estupor. Miré por la ventana y
n ramo de rosas tan grande que apenas podía ver por encima de él. A su lado, Laura fingía sorp
¡Desde que te vi, supe que eras la única! ¡Quiero que todo
n mi vida anterior. En mi vida anterior, en este punto, Carlos y y
no correspondían a un simple enamoramiento adolescente. La forma en que Laura aceptaba el homenaje,
én había
bía decidido empezar su jugada antes, as
de amor para Laura, sino de guerra para mí. Era un mensaje claro: "He vuel
de mí. La humillación y la desesperación del callejón todavía estaban frescas en mi memoria.
ja en su rostro triunfante. Tú has he
z, no voy
o estaba rígido. A pesar de la actuación, parecía incómoda, casi ansiosa. Quizás la atención tan pública y descarada no
n su propio grandioso gesto. Para él, esto no era solo sobre Laura; era sobre marcar su territorio, sobre demostrar
Su triunfo era superficial, construido sobre mentiras y recuerdos
en una página en blanco y saqué un lápiz. Sentí el grafito familiar contra mis dedos y respiré h
ucha, de trabajos agotadores y de noches sin dormir no habían borrado lo que había aprendido. Al contrario, la madurez y la desesperación habían forjado mi mente, haciéndola más agud
enzaron a entrar al salón, todavía cuchicheando sobre el espectá
séquito de admiradores. Pasaron junto a mi pu
z alta, deteniéndose justo a mi lado-. La ratita de b
miradas de la clas
estudiar a montar
e lo que esperaba. No le
tó una ris
ía, lo que importa son las conexiones, el tale
uadernos que tenía en la orilla del pupitre. Todo cayó al suelo con
oltó un
querrás dañar el valioso ma
de mi vida pasada era manipulador, pero sutil. Este nuevo Carlos
n latiendo con un ritmo frío y constante. Con calma, empecé a recoger mis cosas, una
los de Carlos. Su sonrisa se desvaneció un poco
anquila pero cortante-. No necesito tus c
él y Laura no fueran más que una molesta corriente de aire que ya había pasado. La c
zado. Y esta vez, yo