o grisáceo, como si el coloso mismo se burlara del mundo desde las alturas. El tráfico rugía abajo como un océano de motores y bocinazos, pero en la entrada principal, todo e
cabello recogido en una coleta alta, dejando que sus rizos bailaran, dejaba su rostro limpio y severo al descubierto. Mientras c
a en el aire: una mezcla embriagadora de cuero caro, colonia masculina y determinación corporativa. Maritza presionó el botón del último p
mármol blanco como una promesa. Allí, la esperaba una secretaria impecablemente ve
avor -indicó con
en tonos sobrios de azul y gris, iluminados por discretas luces de acento. El aroma sutil a cedro, provenie
rta doble de caoba pulida y
ñor Cisneros la reci
o de la sala, escaneando el espacio. Muebles de cuero negro, minimalismo de lujo. Una cafetera de dis
í?, pensó, apretando lo
e caoba volviera a abrirse, esta vez de manera solemn
lo
lla de ruedas, las manos apoyadas en los reposabrazos con una elegancia contenida. Su rostro era angulos
Cisn
ralentizara su curso, atrapándola en un vórtice de reconocimiento y desafío. Era el
e había visto en la clínica. Era imposible olvidar esos ojos marrones,
algo ¿interés? ¿Molestia? ¿Curiosidad? cruzó fugaz
habló con una voz firme que ras
sto de asistente? -preguntó, clavando sus ojos e
e denso, incómodo, cargado
gró disimular una sonrisa tras su carpeta de cuer
que una sonrisa ladeada y cínica curvara sus l
reguntó con voz baja pero autoritar
rder la compost
iciente, y... -añadió en un tono más bajo, como si compartier
los labios de Alan, aunque sus oj
n la autoridad de quien está acostumbrado a ser obedecido-. Yo soy el jef
s resonó como un latigazo en el mármol. Sus ojos, de
-replicó sin pestañear-. No soy una m
. No estaba acostumbrado a esa resistencia. Mucho menos de parte de una mujer que, en v
e removió. Un cosquilleo incómo
o, casi un ronroneo amenazant
te, arqueando una ceja como si aceptara un
digo -dispa
a romper la tensión densa que vibraba entre ellos
a, tu primera tarea será organizar la agenda de Alan. Reuniones, citas, lo que
isa seca, corta, que
olsa en el hombro con un movimiento brusco-. As
ue, contra su voluntad, le bailaban en el rostro. Afuera, la ciudad seguía su ritmo
la primera vez que esos ojos fríos se clavaron en los suyos m
o en voz baja, sin mirarl
sus pasos firmes retumbando como tam
rse, dejando que sus palabras quedaran
ras ella, Marcos soltó una c
as, dejó escapar una son
teresante", pensó Marcos, y
erra apenas h
o, diseñado para impresionar a cualquier visitante con su elegancia glacial. Lavabos de porcelana
taba un suspiro largo, arrastrado, como si intentara expulsar todo el estrés
pe seco. Se miró en el espejo: sus ojos marrones brillaban con un
apar una risita que sonó como un pequeño estalli
la rodeaba. Mientras secaba su rostro con una toalla de lino blanco, la puerta del baño se abrió y entró una mujer en
d? -preguntó la mujer sin rodeos, examinándola de pies
eza, una sonrisa feli
é me necesites -resp
sa seca, casi incrédul
ban llorando en este mismo baño. -Le lanzó una mirada sign
esta vez, baja, grave, que reverberó
arqueando una ceja-. Que
dirle o salir corriendo, y terminó saliendo del b
ica, no tenía batas blancas ni camillas alrededor. Estaba en medio del coliseo corporativo
abeza lentame
y buena en lo que hago -s
rizos bajo control y, como quien se pone una armadura invisible, salió del baño
hacer bien, era domar a los heridos... i