iante, con un cielo de un azul casi insultante para
ado, barría las calles, haciendo que las banderas
ente. Vestía un traje oscuro impecable, su camisa blanca inmaculada como una declaración silenciosa de orden y autoridad. El cabello, peinado hac
a, era to
en su estómago con una ansi
era una declaración de poder, una prueba que no podía darse el luj
e la oficina cambió como si alguien
ones resonó contra
ibrante como una llamarada, parecía retar a quien se atreviera a sostenerle la mirada. Su cabello, recogido en
uros que no pedían
ión, la vio atravesar el pasillo
una mezcla entre diversión re
su lado, bajó la vo
a atención? -masculló, sin
na curva peligrosa en sus
como para que su perfume, un aroma intenso de
uena conducta, jefe? -murmuró,
, desarmado po
ner su expresión, te
ajo -gruñó, sin de
i un susurro, mientras se ender
lor a la piel hasta hacerla tiritar. La mesa larga brillaba bajo las luces LED, reflejando los rostros de los inversionistas que
el murmullo de las conversaciones
cabezas s
s. Otros, los más cínicos, los más viejos, no pudieron evitar clavar los
ada, cada gesto sut
alimentó la chispa desafian
ptible, indicó a Maritza q
palabras, y tomó su puesto com
illos antes de hablar. Su voz, cuando surg
imiento real -anunció, su mirada b
ivas aparecieron en la
on precisión quirúrgica, ajustando cables, tomando notas en un iPad que parecía
sitivos, el zumbido lejano del aire acondicionado... t
engominado, sonrisa sobradora y un reloj ostentosamente g
la cabeza como un cuervo curioso-, su... situació
o cayó como
los apoyabrazos de su silla,
boca para
a, Maritza se adelantó un paso, sus tacones
rtante como vidrio roto- es la de algunos para recono
rió la sala como u
de Alan a ella, como si buscaran pista
os entornados en una mezcla de incredulidad, ira cont
ntarse, se encogió de hom
tono burlón, inclinándose apenas hacia él-. Estoy de
ordiéndose por dentro para no soltar l
una chispa intensa
nuó, pero el clim
con más atención. Cada gesto de Maritza,
lso, impregnaba el aire
istas comenzaron a abandonar la sala murmurando entre
n escándalo -dijo, frotándo
brazos, sonrió con una
scándalo. Solo sal
nte, su expresión endure
vio, y algo más oscuro y tentador
ma, Méndez -murm
hacia un lado, un destel
o le e
no res
a rendición no declarada. Fue todo lo que Maritza necesitaba para sabe
ía de tonos violeta, naranja y rojo quem
solo interrumpido por el
me que daba a la ciudad,
dos sobre el reposabrazos de su s
resaba una y otra vez a la
incendiarios, a la forma en que
mo si fuera un peligroso licor, uno que ardía al entr
un pr
ógica, no podía esperar a enfre
obre la ciudad, Alan sonrió para sí mis
sa guerra de
pezaba a disfr