peó, un olor que conocía mejor que el suyo propio, pero por un segundo, se sintió completamente desubicada. La memoria de la sangre, el sonido de los huesos de Mateo rompié
a. Solo la delgad
a al ver a los hombres del Licenciado Vargas pisotear la condecoración de su padre, su último recurso, su única esperanza. Recordaba haberse lanzad
ba aquí. Viv
do las partículas de polvo que flotaban en el aire. Todo estaba exactamente como
itación se abrió co
e? Mamá Gallina me dijo que
n su cara. No había heridas. No había sangre. No había rastro del dolor que ella recordaba con una
aron de sus ojos sin que pudiera controlarlas, y se tapó la boca
neció y fue reemplazada por la preocupació
? ¿Tuviste un
por sus mejillas. Lo atrajo hacia ella en un abrazo desesperado, apretándolo tan f
citos delgados. "Soñé que papá nos llevaba a la playa. Y que me compraba un bal
la otra vida, en esa vida que acababa de dejar atrás, el último deseo de Mateo antes de que
recuerdo. Una advertencia. De alguna manera, por alguna razón que no
ión. No volvería a pasar. No dejaría que le arrebataran a su hermano. No dejaría q
tió, forzando una sonrisa que se sentía extraña en s
su tono, asintió y salió
edalla al Valor. La condecoración que le dieron por su último acto de servicio, el acto que le costó la vida. En su vida anterior, había esperado hasta que Mateo estuvo al borde de la muerte para usarla
ondo, debajo de una pila de sábanas viejas, su padre guardaba sus cosas más preciadade miedo y esperanza. Apartó las sábanas con manos temblorosas. Ahí
metal. Esta era su arma. Su única o
dedores y los vecinos, estaba extrañamente silenciosa. Se asomó por la ventana y vio a dos hombres desconocidos parados en la esquina, observando su casa. No
su espalda. Algo estaba
darse prisa. Abrió el cerrojo oxidado
de su padre. Pero el hueco en el terciopelo rojo, el lugar dond
al Valor
negándose a procesar lo que veía. Vació la caja sobre la cama, sacudiéndola desesp
s piernas cedieron. Se derrumbó en el suelo, el aire escapando de sus pulmones, la oscuridad comenzando a invadir los bordes de su visión. El pánico, la des