o de mi padre Don Pedro Ramírez, era el aire que respiraba
, hasta que un acto de mi supues
e la escuela, me señaló con un dedo
moronó, mi beca se detuvo y mi apodo
e, mi héroe, murió en un "acciden
comía, ¿por qué
eria, los vi: Laura y Alejandro,
nde no lo llaman. Se buscó su propio fi
re Alejandro, pero sus guardaespa
a oscuridad me envolvía, mi último
ar olor a cebolla y cila
l mismo callejón, escuchan
justo en el momento
no habrí
iendo de sus cenizas