a se había vuelto cruel, sus ojos brillaban con una luz maligna. "Dice que es
que sostenían a Sofía. "Ró
que incluso los hombres parecieron dudar un ins
do fue horrible, un crujido sordo y húmedo que hizo eco en el silencio. Un grito de agonía pura se desgarróecha. Otro crujido. Sus piernas cedieron, convirtiéndose en apéndices inúti
es sintiéndote tan importante, tullida?" Se rio. "Un brazo inútil y ahora dos piernas rotas. E
mezclándose con el sudor y la tierra en su rostr
e dientes. "Tú... y todos los que te s
para maldecir? Veo que no has aprendido la lección." Chasqueó los dedos. "Tráiganme aguj
e viaje. Valeria tomó una aguja grande y un trozo de hilo negro y áspero. Se a
Valeria con una dulzura ven
atravesó el labio inferior de Sofía, luego el superior. El dolor era una nueva forma de tortura, íntimo y profano. Sofía sintió la sangre calient
obra. "Mucho mejor. El
dolor de sus piernas rotas, de su cabeza rapada, de su
a sus hombres que la sujetaran de nuevo. Sacó un pequeño látigo de
golpe reavivando el fuego del dolor. Sofía se convulsionaba en
spirando con agitación, no por el
ras. "¡Valeria, eres una diosa! Nadie se
"No, no lo harán." Luego, una idea aún más perversa cruzó su mente
llevarle un regalo. Le presentaré a la criminal que ha estado manchando nuestro apellido. Quiero que