l suelo se sacudió con una furia que nunca había sentido, y el techo de nuestra
por una costumbre estúpida y arraigada, pa
a hueso de mi cuerpo protestó antes de romperse,
me heló el alma, incluso mie
o mereces por separar
ma bendición pa
do desde que éramos niños, ni siquiera me miró, se arrastró de de
ias a Dios que
ado a mí, y yo morí allí, bajo los escombros de mi hogar y
o, tan absoluto, que
ente, lo
zón martillándome en el pecho, y el
acienda de mis padres, con el olor a tierr
suavemente a mi lado, como
ltratadas por el trabajo y el tiempo, eran las manos fuertes y callo
pared de la caballer
dito día en que to
e secuestrado por unos ban
seguí las huellas por la sierra y lo encontré, golpeado pero vivo. Lo resca
ión social, nos obligó a casarnos de inmediato. "Una mujer
de verlo anhelar a otra, de criar a una hija que me despreciaba porque
onó, sacándom
conocido, pero yo
da fue de uno de los vaqueros
ara, una, do
ija, torcido por el odio, era
o corriendo hacia Elena
vez
no sería
no lo s
voz se activó, el silencio que siguió fue la mús
y acaricié el
le susurré. "Hoy
da oportunidad, y no la iba a d
se el uno al otro, en esta vid
r fin iba a v
s noches en que él llegaba oliendo al perfume de Elena, las e
fancia. Éramos vecinos, crecimos juntos, él el prometedo
o de hadas er
a Elena de su corazón, y mi sacrificio
a feliz", me dijo una vez en
la verdad. Su felicidad nunca
idad era
onde, en ese preciso momento, Alejandro segur
una pizca de
a paz profund
rso. Que Elena, si tanto
o ahora
muy lej