Díaz, la poderosa empresaria, iban a celebrar su compromiso con una fiesta por todo lo alto en el restaurante que antes fue mío, "El Sazón del Alma", ahora rebautizado como "Imperio Valentina
pasúchil blancas, el menú de degustación basado en la cocina prehispánica, incluso la banda de jazz fusión que habían contratado, todo era un eco do
acostumbras, lo veía todo con una distancia extraña, como si estuviera viendo una película de la vida de otra pe
straído, y Valentina lo controlaba todo con mano de hierro, un día, uno de los meseros, un chico joven llamado Luis, le comentó a Javier que extrañaba mis platillos, que el restau
l fondo, quería cerrar ese capítulo para siempre, me vestí con un vestido sencillo y oscuro, y me quedé al otro lado de la calle, observando desde las sombra
, aparentemente, el antiguo socio de Valentina le debía dinero, los gritos de pánico reemplazaron a la músi
brazo, ella gritaba, aterrorizada, al mismo tiempo, un trozo de techo, debilitado por los disparos, se desprend
de mí a Valentina, en ese segundo eterno, vi la duda en su rostro, la misma duda que había visto antes de que me en
a, la empujó fuera del camino del peligro, protegiéndola con su propio cuerpo, en ese mismo instante, el trozo de techo se esn dolor explosivo y cegad
brí los ojos lentamente, la luz era tenue, a mi lado, en una silla, estaba Javier, no Valentina, su traje caro estaba rasgado y
espertar, su voz sonaba rota.
os médicos... los médicos no sabían si...".
surré, la garganta me ardí
dijo, sin apartar la vista de mí. "Pero t
upación, era un Javier que no había visto en meses, el Javier que me amaba,
n sus signos vitales de nuevo! ¿Están seguros de q
mantuve una pequeña rendija abierta, observándolo, lo vi pasar las manos por su cabello, frustrado, caminar de un lado a otro de la habita
bre del que me había enamorado, pero ese descubrimiento ya no me traía consuelo, sino una amarga ironía, tuvo que verme al borde de la muerte para que