a se desvaneció con el frío del acero en mi pecho, y cuando la abrí de nuevo, el mismo techo blanco de siempre me dio
Otra vez. L
grietada como una ruina antigua. Me senté en la cama, el edredón de seda se deslizó por mis hombros. Mir
iendo el amor de mi tía, Isabella Solís, y ocho vidas terminando en una
sin fin. Ahogado en la piscina, envenenado en la cena, atropellado por su coche, apuñalado en un callej
una voz fría y mecánic
principal: Conquistar el c
so actu
o: Liberación del ci
or fracaso: Mue
rofundo y agotador. Ya no quería conquistarla. Ya no quería su amor. Su amor era veneno, er
é al aire, mi voz ro
s como su títere. Si el fracaso significaba la m
re. Llevaba un vestido rojo que se ceñía a su figura perfecta, y su cabello negro caía en ondas sobre s
una pizca de calidez. Se detuvo al pie de mi cama, cruz
, un gesto de posesión. "Isabella estaba preocupada por ti,
erior, Alejandro me había empujado por las escaleras después de que Isabella me acusar
oz plana. No hice ningún esf
ud, Diego? Deberías estar agradecido de que Alejandro
ntes. Ahora solo alimentaba mi resolución. Me enco
ije, sin senti
ue está confundido." Se acercó a mi cama y me alborotó el pelo, un gesto que pretendía
Alejandro se desvaneció, reemplazada por un dest
que te molesta que te toquen. ¿Acaso t
se fueran. Quería estar solo
oso insolente", ordenó Isabe
regalo de Alejandro. En mi tercera vida, intenté regalarle uno similar, uno que había comprado con
ño solitario y asustado, me aferré a ella como a un salvavidas. Mi afecto infantil se transformó, con la torpeza de la adolescencia, en un amor devoto. El problema fue que ella lo descubrió. Encontró mi diario, lleno de poemas cursis y declaraciones de amor. A partir de ese día, todo cambió. S
que puedes vivir aquí gratis y actuar como un rey? Te equivocas. A partir de hoy, dormirás en el sótano
s una excelente idea, mi amor. L
no. Perfecto. Frío, húmedo y lejos
eja maleta. Entre mis cosas, encontré el único objeto de valor que realmente me importaba: un pequeño relicario de plata que había pertenecido a mi madre. Lo abrí.
preguntó Isabe
tó de la mano. Lo examinó con una mueca de as
voz temblando por prime
an débiles como tú. Por eso murieron. Dejándote aquí para que fueras mi pro
ás abajo. Sentí como si una parte de mí se hubiera roto junto con él. La última conexi
tán desviándose severamente del objetivo de la misión.
fría se apoderó de mí. Mi decisión estaba tomada. No solo iba
extrañamente tranquila. "Ya
ome hacia las escaleras que llevaban al sótano. El infierno me esperaba, pero esta v