ngüentos para mis heridas. Su presencia era un bálsamo para mi alma tanto como para mi cuerpo. Me contó su plan: Isabella y Alejand
me cambiaba las vendas. "He contratado a un hombre de con
esperanza, solo una resignación cansada. Si fu
el murmullo de cientos de invitados. La mansión Solís brillaba en todo su esplend
a un vestido de gala plateado que brillaba bajo la luz
rás, te pondrás un traje y estarás
ra qué? ¿Para que todos
ofeo, mi advertencia andante." Hizo una pausa. "Pero si te comportas, si sonríes y felicitas a Alejandro y a
sido condicionada durante ocho vidas a buscar su aprobación, sintió un tirón. Pero
de pie"
ó en protesta y el movimiento tiró de las heridas apenas
estello de algo en sus ojos. ¿Preocupación
, espetó, pero su voz t
o apareció en lo alto de las e
iéndose al instante. "Solo estaba.
corriéndome con desprecio. "
. Extendió una mano y rozó mi mejilla, donde la marca de la bofetada
z más baja ahora. "Haz lo que te
s nuevas sirvientas, una chica joven y tímida que a veces me había mirado con lást
tención desviada instantáneament
quemara. "Ocúpate tú de ella", le dijo
sado. La breve ventana de su ex
mis heridas era una tortura, y la tela del traje se sentía como pap
mujeres con joyas deslumbrantes. Todos reían, bebían champán y fingían se
abra. La gente me miraba de reojo, susurraban entre ellos. Algunos c
ara dar un discurso. Agradecieron a todos por venir, h
é en el balcón. Le rogué que no se casara con él, le confesé mi amor una vez más. Ella se rio en mi cara. Me dijo que era patético. Luego llamó a
ario, tan hermosa, tan cruel. Y supe que no podía confiar en ning
s. Cada movimiento era una agonía. Mi cuerpo estaba al límite. La fiebre
la cocina, mis piernas cedieron. Me derrumbé, y la bandeja cayó con u
l salón. Todas las mirad
nútil", siseó en voz baja para que solo yo la oyera. "Ni siqu
intentando ponerme de p
entas", replicó. "Limpia
zaba a recoger los trozos más grandes. Un trozo afilado se me clavó en la
o mis rodillas. Mi visión se volvió borrosa. Lo último que vi antes d
, la de antes de mi "castigo". La luz del sol entraba por la ventana. Es
sentí confundido.
vestido de fiesta, sino una simple bata de seda. Su rostro
e la cama. No dijo nad
ente, su voz apenas un susurro. "Y agotamiento extremo. Dijo
ión. La muerte era
ntos. "No vas a morir, Di
ca del mío. Olía a lavanda y a algo más, algo
murmuró. "Yo
como el ala de una mariposa. Pero no se sentía co
ué era este nuevo juego? ¿Era esta la parte en la que ella me most
me, la escuché susurrar un nomb
jand
u mente, en su corazón, estaba besando a Alejandro. Y
. Incluso en su momento de aparente ternur
itación, con el eco de su nombre en mis oídos. Y la ce