do una llamada que destroza
al que me informó que Miguel, mi hij
ombro en el que creí poder apoyarme en la inmensidad de
adas con Mateo y su hijo Santiago, mientras nuestro Miguel
onfirmó: Migue
cuerpo se derrumbó mientras mi alma era consumida
el de sus trabajitos, Santiago ya está dentro de la universidad. Por fin
a jugada fríamente calculada que habí
e tragué mi dolor y mi furia. N
por consolar a Santiago, el mismo que, años después, la
edó una verdad: estaba sol
una última chispa de fuerza me imp
os hogar, no sin antes encender la m
sus sueños, sus sacrifi
de sus palabras, Miguel, mi pequeño, romp