ías d
el Volg
sk
se cuela en la conciencia: ¿Cuándo es justo romperlas? ¿Cuándo una transgresión deja de ser pecado para convertirse en acto de amor? Los humanos lo hacen todo el tiempo. Se equivocan, se redimen, piden perdón o ni siquiera eso, porque tienen el don -o el castigo- del libre albedrío. Y
atya, había algo que me arrastraba a protegerla, aun si eso significaba exponerme
itable, el vehículo salir de las sombras para atropellarla. El deber gritaba que observara. Que permitiera. Que aceptara el de
o, cortaron la noche como cuchillas de luz contenida. La alcancé un segundo antes del impacto. No la toqué, no de
la desobediencia atravesarme, el silencio del cielo pesando sobre mí como una amenaza sin forma. ¿Qué había hecho? ¿Qué precio ten
del deber quebrado, donde comienza el pecado. La observé desde el borde de la bruma, oculto bajo la sombra de lo que ya no era. Y cuando nuestros ojos se encontr
tación más fuerte que el anterior. Era una tortura celestial. El deseo de tocarla, de hablarle, de confesarle todo lo que se me estaba pudriendo por dentro, me carcom
imple palabra. Y eso... eso era el mayor
le. A guardar su aroma en mi memoria, como se guarda un relicario. Me obligué a fijar cada detalle de su rostro en mi mente: la curva
Pero solo lograba avivar mi malestar. Los rostros, ajenos. Todo me recordaba que yo ya no pertenecía a este mu
lo más extraño. M
modaba sobre el mío como si perteneciera allí. Katya. Su piel contra la mía, su aliento rozándome el cuello. Se deslizaba como agua sobre mí,
cabello oscuro caía en cortinas a ambos lados de mi rostro. Me miraba fij
as un segundo antes de besarme otra vez-. Levántate...
a solo en las mañanas, entre la ternura y
dulzura de su cuerpo, rodeando su cintura
os dedos acariciando la línea de su espalda-. ¿Por
ozando con su lengua el lóbulo,
do sus dedos en mi cabello-. Además... -me besó de nuevo, esta vez con hambr
entre mis manos, contemplando la devoción en sus ojos-.
ndo mis labios con los suyo
ecorría con los dedos la curva de su espalda-... sería que t
es...la
con el corazón desbocado, la garganta cerrada por una emoción que no sabía nombrar. Frente a
ocura y del deseo. ¿Por qué siguen persiguiéndome esas imágenes? ¿Por qué la siento tan cerca? ¿Acaso realmente tuve una vida con el
usurraba calma, se quiebra con una energía que me eriza la piel. Ento
ask
un juicio, un reproche e
recuerdo que no quiere soltarme. Todavía siento su piel contra la mía, su
e mí. Brilla, pero no con ternur
ojos encendidos como carbones al rojo vivo
oder que amenaza con desbordarse. Su presencia pes
con la voz rota, aún con el temblor del deseo
con una furia apenas contenida-. ¡Dejaste atrás esa carne, esa histori
, consumido por una rabia que no sé si es divina o humana-. ¿Un
s mandíbulas, en su ceño marcado por siglos de
ardián. No un amante. No puedes quebrantar las reglas. Si insiste
ada día que la veo, cada vez que escucho su voz sin pod
, donde alguna vez latió a
sé. Son tan reales... tan vívidos. La veo, la oigo, la toco. Como si hubiera vivido una vida con ell
hacia él,
estás ocultando? ¿Por qué soy su guardián? ¿Qué une nuestras almas m
o se mueve, pero no tengo certezas de nada. No sé si por fin tendré alivio