mano, pero las burbujas le sabían a nada. Una ansiedad inexplicable lo carco
o salió de la cárcel. El vacío en sus ojos. L
ué no podía simplemente comportarse? ¿P
s profundo de sus huesos, una sensa
pensamientos. Le rodeó el cuello con los brazos, su cuerpo presionando
. "Sé que me amas
para castigar a Alina. La había deseado, o eso creía. Pero de pie aquí,
a de su mandíbula. "Ahora que la basura está f
ando más allá de ella, a
sis, su voz volviéndose afilada. "
ón. La apartó de un empujón, tan fuerte
ndo?!", gritó, sor
"vuelvas a pronunciar su nombre. No eres más que un j
er
ue le enseñen una lección. La única razón por la que tú está
pálido con una mezcla de miedo y furi
ruscamente hacia el
bía tocado un nervio. "¡Dijo que te despreciaba!
ra, de que perteneciera a alguien más, era una agonía física. La castigaba porque era suya. La dis
brilló en su mente. La desesperaci
zón se
e la verdad, cuando su asistente, Marcos, entró
ñor Garza, son not
dró Héctor, su p
aba. "Es... es la señora Gar
pareció d
a de la costa", tartamudeó Marcos. "E
. Se levantó tan rápido que su sil
ecir?", rugió, su