Estaba sentado en la oficina de su penthouse, con la ciudad extendida bajo él como
a su asistente, Marcos,
¿Encontra
anoche. La mu
ido. "¿Por qué? Le di
ónde vino. Había algo... familiar en ella
e, no cuestionó más. "Me
, software de reconocimiento facial y una red de contactos que el dinero podía
o. Marcos se encargó, explicando que el señor Garza era un filántropo intere
nsciente. No se movió cuando se acercaron. Al verla de cerca, sin las sombras del callejón, Marcos
rofesional discreto que trabajaba para la familia. El méd
a", dijo el Dr. Alanís en voz baja, con el rostro
que valoraba la discreción por encima de todo. En una habitación limpia y blanca, el médico comenzó su examen. Elisa e
extensión total de la cicatriz era horrible. No era solo un corte; la piel e
cosas trabajando para Braulio Garza, pero
uesos... no solo están rotos, fueron aplastados metódicamente. Uno por uno. Esto se hizo
vando el examen del cuerpo de otra persona. Sintió una extraña
vez más perturbada con cada descubrimiento. Usó
s vocales... han sido seccionadas. Casi quirúrgicamente.
s por la conmoción. "¿Quién le haría es
r. Solo podía mirar a l
isa Garza. Él era un asistente junior entonces, pero lo recordab
erta hija perdida, lloraba, c
na usurpadora. Intentó abrir la caja fuerte principal.
. Alicia Ramos, la madre de Braulio, se había apr
. "Está mintiendo. Todo. La caja fuerte ya estaba a
do a Elisa, pero Eva era ahora la heredera biológica, conf
de dólares en bonos al portador, desapareci
é! ¡Yo no
e inocente, había sido atacada. Elisa, la heredera orgullosa y a ve
ido a Europa para calmarse, una historia que cubría su vergüenza.
oria no cuadraba. La Elisa que recordaba habría luchado. Habría gritado su i
re. "Haremos un panel completo. Buscaremos e
DN?", preguntó Ma
unque sus ojos sugerían otra razón. Había visto el tatuaje en su muñeca. Había oído los rumores sobr
y sus ojos final
la habitación y
ibió los hallazgos del médico con voz baja y temblorosa. E
lencio al otro l
voz de Braulio e
e. Pero el doctor está haciendo una prueb
No dejes que nadie entre o salga. Y M
señ
a de piedad, tan fuerte que casi le dobló las rodillas, lo invadió. Pensó en el bill
ver esta porquería en la
ue era, habían hecho más que desterr