pie en el altar de la capilla que yo misma diseñé, esperando para
, lo miró y le preguntó: "Fernando Ferrer, ¿quieres casarte conmigo?", él no
me obligó a donar mi tipo de sangre, que es muy raro, para salvarla. Hizo que sacrificaran a mi adorado gato para s
friendo un shock anafiláctico por los cacahuates que Valeria había puesto deliberadamente en mi c
olo me traicionó; estaba di
rián Garza, un solitario y poderoso director general de una empresa de tecnología. Mi corazón era una cosa muerta, hueca. El amor
ítu
para la graduación de la prepa hasta este preciso instante, de pie en el altar. Carla, una talentosa arquitecta diseñadora, incluso había diseñado la hermosa capilla ella misma, un test
rey, la apoyó durante los agotadores exámenes de arquitectura y celebró cada uno de sus éxitos como si fueran suyos. Era el hombre que, después de una pequeña discusión en su tercer año de carrera, había manejad
to, se volvió más reservado con su celular. Empezó a trabajar hasta tarde, citando presiones en un nuevo proyecto de desarrollo. Ca
sar. Fue un reflejo, no una sospecha, lo que la hizo mirar la pantalla. Una serie de notificaciones de un número desconocido. El
sin bloquear en el escritorio. El nombre era inofensivo: "Proyecto V". La curiosid
lantes y vivaces y una sonrisa que parecía iluminar cada toma. Estaba riendo en un yate, tomando café en una cafetería que Carla y Fernando frecuenta
enía sus conversaciones. Las mano
incendio forestal. No p
ez. Tu risa se me qued
. Estable. Tú eres
os correos electrónicos recientes de Fernando. Ahí estaba ella. Valeria Herrera. Su organizadora de bodas. La mujer que la propia Carla había
tiempo". Sus miradas prolongadas a Valeria durante sus consultas, que Carla había confundido con simple aprecio por su trabajo. La forma en que había empezado a usar frases y chistes que n
en la pantalla de la laptop cuando él entró en su
ndo?". La voz de Carla
argo y agónico. Un minuto en el que di
dijo finalmente, con la voz ten
que yo era 'estable' mientras que ella era 'todo lo d
mirada, incapaz de enfrentarla. "Diferente. Fue un er
o se heló. "Entonces, ¿a quién eliges?", preguntó
scara de culpa. "A ti, Carla. Por sup
o físicamente, que estaba cegado por la novedad. Para demostrarlo, tomó su teléfono y, justo frente a ella, borró el número de V
ste hombre durante un tercio de su vida, estaba desesperada por creerle. Eligió creerle. Enterró el dolor y la traición,
rnando se le acercó co
casual. "Se disculpó por todo. Se siente terrible. Es
ada, su corazón
dejamos que Valeria lo haga? Sería una forma de demostrar que no hay resentimientos. Una forma de que t
ver su rostro serio, su súplica por un "borrón y cuenta nueva", sintió un cansancio abrumador. Estaba tan cansada de pelear, tan cansada de la sospecha. Quizás él tenía razó
, aceptó. "Está bien", dijo, con
La pregunta resonaba en su mente aho
e pie ante todos los que conocían, la verdad comple
nrió brillantemente a la multitud, luego a Fernando. La música
voz clara y resonando en la silenciosa cap
l error nervioso de un oficiante. Carla logró una sonrisa tensa y forzada, esperand
nando no
era miró
n, sino un océano de emoción cruda y sin protección. Una mirada de anhelo y adoración tan profu
n un rugido sordo. Todo lo que Carla podía ver era a su prometido, el hombre que había am
oz fue firme, clara y ab
ace
ia se llenaron de lágrimas, una sonrisa triunfante y bril
ácame de aquí. Por favo
zás lástima- pero desapareció tan rápido como llegó, reemplazado por una mirada de sombría determinación. T
a Carla. A sus die
ganta. Intentó alcanzarlo, sus dedos rozando la manga de su esmoq
lla lo quemara. Sin otra mirada, condujo a Valeria Herrera por el pasillo, pasando junto a sus atónitos ami
rdenias de su ramo de repente se volvió nauseabundo. Los hermosos techos ab
noció como propio. Las lágrimas corrían por su rostro, mezclándose con la risa horrible y dolorosa
orrió hacia el altar. "¡Ese maldito! ¡Ese absoluto desgraciado!
un hombre sentado en silencio en la última fila: Adrián Garza, un solitario e inmensamente poderoso director general de una empresa de tecnología,
el caos. "La familia Montes te debe un favor. Y ten
. Pero para Carla, de pie entre las ruinas de su vida, sonó como el único salvavidas en un mar embravecido. Su cor
voz desprovista de toda e
ediatamente comenzó a hacer arreglos, su voz baja y ur
n mausoleo. Se arrancó el hermoso vestido de encaje, el símbolo de sus sueños destrozados, y lo dejó caer al suelo en un montón de seda blanca y humillación. Empezó a empaca
maleta, la puerta prin
Fern
ión frenética había desaparecido, reemplazada por un dolor pe
z cargada de un dolor que, por un segundo
ió, su voz goteando hielo. "¿Qué hay que explicar, Fernando? Me dejaste en el al
ojos llenos de lágrimas. "Valeria...
miró, des
gnóstico final esta mañana. Entró en pánico. En la boda, cuando dijo eso... fue un grito de ayuda. Me dijo que era su último deseo, solo escucharm
ue viera la nobleza en su cruel traición. Le pedía que pospusieran su boda, que le permitiera pa
l altar. Esta historia, este cuento perfectamente trágico y cinematográfico de un último deseo, no era más que una excusa conveniente. Era una forma de tenerlo todo: jugar al héroe pa
e crueldad de Fernando, se habría reído en su cara y se habría marchado para siempre. Habría visto que
orando, dividido entre su pasado y un futuro trágic
omienzo de su des
igente. La cabeza de Fernando se levantó de golpe, su e
eléfono. "¿Cómo que se está d