img Incendiar su mundo: La furia de una esposa  /  Capítulo 5 | 38.46%
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Historia

Capítulo 5

Palabras:1286    |    Actualizado en: 14/10/2025

Elizon

en mi mejilla. No miré hacia atrás. No quería verlo elegirla a ella de nuevo. Adentro, me dejé caer en

as de acero, bajo un cielo veteado por el atardecer, se había arrodillado y me había dicho que quería construir una vida conmigo, una v

astadora, era la arquitectura más frágil d

. No me miró. Se ocupó con una pil

sión posparto severa -dijo, su tono clínico-. Dic

ije

mente encontrando mis ojos-. No creo que estés en condiciones

fría se desliz

stás di

lusión más lógica del mundo-. Siente una gran responsabilidad por lo q

er a mi hijo por una ventana. Qu

bia tan profunda que sentí que podría partir la tier

ano por su cabello perfectamente peinado-. No estás

o y roto-. ¿O lo mejor para tu campaña? ¿Lo

ó, su voz baja y amenazante-.

tiendo. In

iando de tema-. Una conferencia en Monterrey. Cua

n una mir

lamó la atención. Era un segmento de noticias de espectáculos. "La estrella política en ascenso Ricardo de la Torre fue visto muy

s de Isabella, su cabeza inclinada cerca de la de ella, susurrándole al oído. Ella reía, con la

en una especie de entumecimiento. Pensé en su tacto, una vez tan tierno, ahora reservado pa

me, todavía no. Sino para borrar. Quité nuestras fotos de boda, nuestras fotos de vacaciones, cada recuerdo son

ás de una pila de cajas de zapatos viejas, mi mano rozó algo du

olación de la privacidad. Pero la privacidad era un lujo que ya no

escritura enlazada y femenina, u

e papá. Es aún más guapo de lo que recordaba. Está saliendo con un

tan cansado. Le preparé su té favorito. Me dijo que yo sabía escuchar,

ación. Pasé la página

. No tiene idea. No tiene idea de que la noche antes de proponerle matrimonio, estuvo conmigo. Estuvo en mi ca

era solo un coqueteo político. Era una mentira. Todo nuestro matrimonio, desde el principio, estaba con

os, robóticos. Pasé a la última entrad

terrible. Está conmigo ahora. Me abrazó y me dijo que no me preocupara. Dijo: 'Una vez qu

oleccionista de promesas, esparciéndolas como semillas, sin imp

a de las páginas. Evidencia. Prueba.

el diario de nuevo en su escondite justo

o. Había v

preguntó, sus ojos

manta vieja -mentí, mi

rio, medio oculto por una caja de zapatos, y por una fracción de segundo, vi un destello de pánico

ándose-. Vámonos. Es hora de

, la jefa de enfermeras nos recibió en la rece

o, su voz temblando ligeramente-

do se

blando? -pregunté, mi

retorciéndose las manos-. Dijo que ustedes la enviaron

ardo me atrapó justo antes de que me desmay

a calma forzada que sabía que era para su propio b

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