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que mi prometido, con quien llevaba siete añ
secreto de nuestro hijo. Luego, mientras est
ano y corrió hacia e
cial -el que yo le enseñé a hacer- en nuestro departamento. Estaba seguro de q
por teléfono mientras yo estaba en la
juego y que nuestro bebé
y un ramo de lirios. La sonrisa se borró cuando me vio, pálida en la cama del hospital,
ítu
ista de Ev
do de siete años había guardado un memo de vo
lado del mío. Nuestra organizadora de bodas, una mujer frenética con una tabla de apuntes y una expresión de estrés perm
lar de Alejandro? Quizá a un hombre sí le conteste -me ha
contraseña era mi cumpleaños. 1408. Siempre lo había sido. Una cosa pequeña y tont
uperior. Limpio. Normal. Pero mi dedo se resbaló cuando iba al registro de llamada
sus favoritos, como un recuerdo atesorado. La foto de contacto era una selfie de un
re se m
mpaña, de repente se sintió sin aire. La charla alegre de mis damas de honor se
né rep
a como una risita, llenó el silencio de mi mente. -Alejand
iéndolo de azúcar y sugestión- hizo que se me revolviera el estómago. Era íntimo.
a mirada, una extraña en una nube de tul y encaje blanco, su rostro una máscara de incredulidad. Los aretes de diamantes que Al
encia calculada en su tono desmoronaba otra pieza de
i dama de honor, Sofía, desde
gué con la cabeza, mis o
sonrisa era tan brillante que cegaba. Era el chico de oro, el carismático litigante de Polanco que podía e
u sonrisa vaciló. -¿Evelyn? ¿Qué
rostro. Por una fracción de segundo, vi el pánico parpadear en sus ojos antes de ser reemplazado por una máscara de
como piedra pulida. Intentó to
imité el tono susurrante, y el sonido fue tan feo en la habitació
tro razonable y tranquilizador que usaba cuando trataba con un cliente di
oritos? -Mi corazón martilleaba contra mis costillas, un pájaro frenético
ndo los míos-. Y te amo. Esto es solo... un ca
blando-. Y le dices que la van a transfer
quipo. Evelyn y Alejandro. Alejandro y Evelyn. Habíamos construido una vida, un hog
a alegría secreta floreciendo en mi pecho. Un bebé. Nuestro bebé. Iba a decírselo en nuestra luna de miel en I
do difícil pero él estuviera dispuesto a complacerme-. Está bien, Evelyn. Haré que Recursos Humanos la mueva al departamento de
. Borró la nota de voz, sus movimientos rápidos y practica
se había
e me llevaba por el pasillo, mis ojos no estaban en e
n un vestido un poco demasiado ajustado, un poco demasiado corto pa
o, los ojos de Camila se encontraron con los míos. Un destello de triunf
ado. Se llevó la mano a la frente y sus ojos se pusieron en blanco. Se desplo
a la multitud. La gente come
mirando a ella. Estab
el suelo. -¡Camila! -El nombre salió de su garganta, un sonido crudo de pánico puro que no
ó mi
ó a mo
ina lana de su traje. -Alejandro, no. -Mi voz er
a a medio camino por el pasillo. -Necesita
ilia. Deja que alguien más se encargue. -Mi agarre se hizo más fuerte-. Si
el corazón, pensé que había entendido. Vi un destello del hombre que am
esvió de nuevo hacia
-dijo, su
uno por uno. El gesto no fue vio
go se
lejos de mí, lejos de nuestra boda, lejos del
tambaleándome. Me balanceé, el m
ue me robó el aliento. Sentí como si mis entrañas se estuvieran retorciendo en un nudo
ó como un sudario de plomo, aplastándome, sofocándome. "Eres lo más hermoso que he visto en mi vida
ás. No había visto el dolor en mi
aba sus fines de semana de excursión y corriendo medios
en el altar, porque su p
ó, una puntuación cruel y vicios

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