ista de Ev
departamento de archivos en el sótano a
se desarrollaba a mi alrededor. Lo había prometido. Él, Alejandro Howard, la estrella en ascenso del mundo legal de la Ciudad de
Había creído en su integridad, en su carácter. Había apostado todo mi futuro,
me di cuenta de que había perdido
y persistente. Era una manifestación física de la herida abierta que él había
una caricatura distorsionada y patética de
ar incesantemente. Sabía que era él. Un flujo interminable d
idratada. Los paramédico
n desastre. Vuelvo enseguida, te lo
or favor c
secto molesto que quería aplastar. El hombre que e
Necesitaba respirar. Necesitaba pensar. Reprimí la marea de desam
í para enfrentar a la multitud atónita. Mi madre ya
ejandro? -susurró, sus ojo
s manos estaban perfectamente firmes mientras lo ajustaba. La sala cay
lificándose a través del gran salón bañado por el sol-. Parece que hoy no habrá boda
ta vez. Un torbellino de susurros
on la posición social y las apariencias, se abrió paso entre
azo-. ¿Has perdido la cabeza? ¡No puedes simplemente canc
en el altar. Era por el apellido Howard. Por la ima
el ligero temblor en mi mano, la forma en que mi rímel a prueba de agua cuidad
una pelea? -preguntó suavemente, su voz
formó un nudo en la garganta, grueso y doloroso. Quería derrumbarme en sus brazos, sollozar c
r-. Alejandro la adora. Esto es solo Evel
Alejandro. El chico de oro de todos. El confiable y firme Alejandro Howard que nunca haría nad
mis ojos tan fríos y duros co
desprovista de emoci

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