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Historia
Nuestro amor, nuestra destrucción mutua

Nuestro amor, nuestra destrucción mutua

Autor: Gavin
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Capítulo 1

Palabras:1693    |    Actualizado en: Hoy, a las 22:06

Bruno Ferrer, regresó a Monterrey. Lo primero que hiz

golpe de gracia. Con una sonrisa cruel, me acorraló y

table. Dos veces. Desperté en el hospital, tosiendo s

maras-, voy a disfrutar rompiéndole

ue el cáncer, acelerado por su

ital que lo llamaran. Mi venganza final no era pelear contra él. Era mo

ítu

vista d

os de cicatrices. Fuimos el amor más grande y la fuente de dolor más profunda del otro. Hacía tres años habíamos pactado un

hizo fue prenderl

y oficial, declaraba mi tienda de discos, "El Surco", como un riesgo hist

pieron los cristales; destrozaron las vitrinas, partieron vinilos clásicos

bruto con una sonrisa arrogante, y le rompí la nariz con

angre en

e harías

reluciente, impecable con un traje que costaba más

z era un murmullo bajo y ab

o re

nó, una sonrisa cruel jugando en sus

Pero el fuego dentro de mí, ese que a él siempre le encantaba a

ya me habían dicho qu

arillento y enfermizo sobre todo. Me apoyé contra la pared fría, el vaso de plástico

. Dahlia Varg

. Las tomografías están... cubiertas. E

ro una última frase quedó flot

la lista. ¿Quién va

a reclamar

rámite en una vida a punto de ser sellada como "cerrada". Miré mi teléfono, mi pulgar flot

oné l

undo timbre, su

Qu

a e irónica se dib

voz sonando distante y h

escu

alabras sabiendo a ceniza-, n

ía rentado para El Surco. Era más pequeño, más limpio y no tenía nada del alma del lugar antiguo. Limpié el mostra

olumen bajo. Un presentador de noticias locales hablaba con en

sa a su ciudad natal con bombo y platillo, anunciand

rencia de prensa, luciendo en todo m

rilla de diseñador. Era impecable, su gabardina inmaculada, su cabello rubio

ileras de discos-. Este lugar es increíble. Busco algo

vida y socio de negocios de Bruno. Parecía mayor, más cansado. Sus ojos se encontraron con los míos

no se d

úsica. Me dijo que escogiera algo especial para esta noche. -Se volvió hacia

to hacia el

Solo por unas horas. Bruno va a

sa y carnívora, pareció agitarse con furia. Estaba empeorando. Podía sentirlo, un dolor sordo y constante que ninguna cantidad de analgésicos podía borrar por compl

que era Graciela Larios por su par

iero poner una pequeña estación de escu

onocía la historia. Había visto las peleas a gritos, los p

ara se acercó a su rostro. Vi la tenue línea pl

elea por algo que ahora ni siquiera podía recordar. Fue una de nues

ta bajo mi suéter. Un recuerdo suyo, un empujón contra la esquina afilada de una mesa que

en la televis

uelto a Monterrey por negocios. ¿Hay alguna ra

n destello de d

nueva. -Hizo una pausa para darle un

sa, soltó un gritito de alegría. Mi

í, con un toque de curiosidad en sus ojos-. ¿Conocía

s por encima de su cabeza. Su expresión

por tercera vez. Graciela jadeó y corrió hacia la pu

Br

aba para besarlo. Él le devolvió el beso, pero lo vi: una vacilación de una fracci

ico y cargado momento, la ciudad, la lluvia y la burbujeante prometida rubia desapa

da. Profundizó el beso, sus ojos todavía fijos en los míos, un acto descarado de

vuelta, mis manos limpiando metódicame

ó a mí, su voz

o lo hagas. Por favo

Carlos? -pregunt

jo, luchando por encontrar la palabra correcta

chica, una con el pelo enredado y los dedos manchados de pintura, gritándol

y Graciela finalmente entraron, trayendo

zumbido del café, goteando condescendencia-. ¿De

la familiar y tóxica atracción de su gravedad. La

-

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