de S
tarjetas de crédito fueron declinadas. Mis cuentas bancarias, congeladas. Me había cortado por
rganizaba toda su vida en torno a su discapacidad. Esa
dejado y que Ricardo nunca podría tocar. No eran sus miles de mi
re y construir una nueva vida, me permití un último acto de
de la moda que una vez frecuenté con la
e dije a la desconcertada asesora
conocible en todos los siti
sto, señor
ue se sentían vivos. Me despojé de la piel del fantasma azul y me encontré de nuevo, pieza por pi
ibrante vestido escarlata en el espej
n su rostro. Estaba flanqueada por dos guardias de seguridad,
do mi vestido-. ¿Probando un nuevo color?
n el espejo, mi expr
uieres,
se en el marco de la puerta-. Es patético, de verdad. Lo tenías todo. Un esposo gua
rque mi esposo no sabía
do y tintineante que
iste y pegajosa con la que se vio obligado a cas
a herir, pero no eran nada que
-Pasó una mano por la manga de su propio vestido, un beige pálido e insulso-. Me está comprando
unda lástima. Pensó que había ganado. No tenía idea de que solo era el
hacia e
dora que rondaba-. De hecho, me lo
a de Xime
des pag
ropia tarj
de la familia Garza -di
par. Conocía el nombre. Todos en la alta soci
sonrisa lenta y deliberada
ncia. Nunca lo necesité. ¿Pero tú? No eres nada sin él. Er
se contraj
terializado en medio de la conmoción-. Soy cliente privada de este esta
udiera responder, una voz
tá pasan
privadas, sus ojos encontrando inmedi
y enterrando su rostro en su pecho-. ¡Esta
rioso hacia el probador. Me miró directamente, a mi
z goteando desprecio-. No me importa quién se
nte tar
, señor, esta es u
ando su propia tarjeta negra-. Y estoy pagando para que saquen a
ez con una muec
s simplemente no
ridad de sus brazos, una son
icardo. Ere
da suave y tierna que
ea por ti
sa, estaba defendiendo a la mujer que le había robado la vida, contra la misma esposa que no p
sé junto a ellos sin una mirada y salí de la tienda. L
mo un hogar. La gran y extensa mansión con vistas al Pa
e que algo andaba mal. Había
í mi llave en la cerradura. No gir
ués de un largo momen
mis batas de seda. Mi favorita, la
preguntó, su voz go
íbulo, pude ver a los de la mud
a? -pregunté, mi voz pe
ió. Dijo que no podía soportar la idea de que me quedara en un hotel d
Se había llevado mi nombre. Y
las palabras cayendo p
jugando en sus labios-. Soy una ga
ajo el sol de la tarde. Mi anillo de bodas. La simple banda d
o, su voz cargada de triunf
s pies. Aterrizó con un suave tintineo me
pesada puerta de roble se cerró, sellánd
a cerrada, el anillo en el suelo. No sentí tristeza.
. Lo dejé allí, una reliquia de
vida dentro de ella, y me alejé.
e conocía de memoria. Mi amigo más anti
cuando conte
las noticias
inalmente tocando mis labios-. Vengo a la Ciudad

GOOGLE PLAY