img La vio, no a su esposa  /  Capítulo 4 | 36.36%
Instalar App
Historia

Capítulo 4

Palabras:1681    |    Actualizado en: Hoy, a las 22:06

de S

qué todo lo que tenía en mi arte. Pinté con una ferocidad que no había sentido desde antes de conocer a Ricardo. Pinté

mable y perceptiva, un fotógrafo con ojos gentiles que parecían ver a través de la fachada que había construido a

en la escena artística del centro. Ya no era Sofía de la Torre, la trági

ganización benéfica para víctimas de incendios forestales. El acto de firmar los papeles desent

o un incendio forestal, un monstruo aterrador y rugiente que consumía todo a su paso. Estaba sola, llorando, hast

miedo. El fuego se acer

que corr

té pero no solté su mano. Lo arrastré, corriendo a ciegas a través del humo, lejos del calor. Encontramos una pequeña c

aba ll

sus manos cubriendo su r

ratando de s

n. Yo ser

on y mis piernas cedieron. Encontré una carretera y le hice señas a un camión de bomberos. Recue

siendo sacado del bosque por otro bombero. Sus padres estaban allí. Lo envolvieron

te años, me había preguntado qué le había pasado. Cuando conocí a Ricardo de la Torre, el famoso CEO, sentí una extraña atracción, una sensación de fam

trauma me había dado una cicatriz y una obsesi

almacén convertido en Brooklyn, cuando entró, sin anunciarse. Se veía d

z tensa-. Piensa que ya deb

la vista de

es es u

lor agudo y acre en la habitación-. No puede entender

ije, sumergiendo mi pincel en

se entr

uí, jugando a la artista muerta de hambre. Per

rió de golpe. Dos hombres enormes con trajes negros irrumpier

ca

l estudio, sus oj

e te has estad

rizando en Ximena que ahora se acobardaba en la es

ó a su lado, atrayéndola a

sollozó Ximena en su pecho-. D

era una máscara de pura e inalterada rabia. Este no era el

igió h

as estado acosando durante dos años. Enviándole amen

adora. Una fanática cu

hada de pintura, tirando de mí hacia adelan

lección sobre meter

se envolvieron alrededor de mi cuello, apretando. La pr

a! -jadeé, ara

ecir mi nombre -siseó,

, la amarga ironía me golpeó. El niño cuya vida había

a de seguridad -su jefe de seguridad, un hombre llamado Mi

. esa es la señori

siquiera

ó, sus ojos fijos en los míos, l

umbé en el suelo, jadeando por aire,

dome con desprecio-. Te dij

hacia su

de mi país. No quiero volver a v

o a una extraña. Estaba e

, una delicada cadena de plata con un solo dije en forma de estrella -un dije que había

sobre la delicada estrella de plata. Por una fracción de segundo, v

sde la esquina, y el

queña estrella hasta convertirl

e nuestra historia compart

s del que nunca había oído hablar, supe que este era el verdadero final. No e

-

e Ric

de plata aplastada me ato

mpos, el lujoso sofá de cuero sintiéndose menos como

cardo -dijo, su voz

na acosadora que ha estado hos

te hace s

ción de pérdida profunda que no podía nombrar. Y seguía viendo el rostro de esa

a. Campos-. Durante dos años, cada sesión fue sobre Sofí

había algo. La había borrado de mi vida, de mi empresa, de mi

s que decir -di

ijo la Dra. Campos, su voz suav

sado que no era más que humo y sombras. Pero e

uio hacia abajo, hacia la o

z, sonando distante y joven-

s dibujand

e

én es

. La que

mi lado, comenzó a temblar, mis de

sostenía un trozo de papel. Había dib

en su muñeca, claro como el día, había una pequeña y perfec

icardo -dijo suavemente-. Una y

pina dorsal. No era Ximena. La cicatriz de Xime

ién demonios

Instalar App
icon APP STORE
icon GOOGLE PLAY