vista d
El aire se escapó de mis pulmones, dejando un dolor hueco en su lugar. Me quedé c
"Quédate aquí y juega con tu nueva estación espacial, ¿de
do con preocupación. "Prometiste
besando su frente. "T
erior. Alejandro me esperaba en la entrada del estudio. Me agarró del brazo, sus dedos c
ía computacional habían desaparecido de los estantes, reemplazados por revistas de moda y novelas románticas. Una manta rosa y es
n Alejandro observándome con una mirada de pura admiración. "Eres un maldito genio, Sofía Wade", había suspirado, b
un expediente sobre el escritorio. Era la d
quietantemente tranquila. "Es
de ella? ¿Como si fuera una especie de... inconveniente?". Me apuntó con un dedo a la ca
rcio?", pregunté, las pa
a. Seguirás siendo la señora de Alejandro Garza. Jugarás el pape
i voz plana. "Pero hay un fallo crítico en el último conjunto de datos. Necesito
nto, pensé que se negaría. Pero la idea de que su precios
na. La llevaré", dijo, sus prioridades asquerosamente cl
a Valeria como una víctima indefensa. Estaba ciego a la verdad,
pertó un grito ag
de mi habitación se abrió de golpe y Alejandro entró furioso. Me a
ramó, su rostro conto
, gritó, tratando de apartar la mano de Alejandro de mi cabello. Alejandro lo
use de pie a trompicones, posicionándome entre
sus ojos desorbitados. "Ella es demasiado
ta estaba abierta. Estaba en el suelo, su muñeca sangrando sobre la impecable alfombra blanca
de lágrimas. "Es que... ya no puedo más. Dijo... dijo que eve
a escena. Pero yo la vi. Vi el corte superficial, el trozo de vidrio cuidadosamente colocado, las
ro se lo
ajarito. Te tengo". Me fulminó con la mirada por encima de
que llamaran a una ambulancia. Un par de sus guardaespaldas me flanqu
andro caminaba de un lado a otro, hecho un manojo de nervios, mientras un equipo de médicos se llevaba a Valeria. Se hab
y se volvió hacia mí, su ro
to, ¿verdad?", dijo,
concurrido pasillo del hospital, agarró el cuello de mi pijama de s
mi pecho expuesto. Me agarró las muñecas
ímetros del mío. "Que vean el monstruo ce
é, mi voz apenas un susurr
emente avisada por su propio equipo de relaciones públicas, había llega
igió, su voz peligro
mi visión. "Eres mi
es lo qu
las palabras un eco hu
snuda de cintura para arriba bajo la dura luz fluorescente. Los flashes de l
romesa. "Voy a despojarte de todo. Tu nombre, tu digni
aba. "Y toda mía". Estaba obsesionado con mi cuerpo, posesivo y territorial. Ahora, era él quien lo expo
lablemente mientras intentaba torpemente cu
i oído. "Las fotos ya están en línea. B
na risa débil y entrecortada que sonó más como un sollozo. Me apreté el pecho, un dolor físico floreciendo allí

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