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, Alejandro. Durante diez años, fui su arma secreta, el fantasma d
e ojos de borrego, Valeria, el hombre
o de cinco años desde su jet pri
questó un accidente de auto que me dejó paralizada en una mesa de operacio
ían la médula ósea. Lo oí dar la orden: "Manténganla viva
e yo era solo otro activo del q
n genio siempre tiene u
trás. Mientras el helicóptero militar despegaba conmigo y mi hijo, di mi últ
u pajarito. Yo me ll
ítu
vista d
ema y la caoba pulida de su jet privado. No gritó. Ni siquiera levantó la voz. Simplemente se inclinó sobre la mesa, sus ojos azules
stá ella,
erta que se había convertido en su obsesión, fuera enviada lejos. Una transferencia discreta a una filial en Europa, una liquidación generosa, un co
ngenu
ndro", dije, con la voz temblándo
Este no era el Alejandro que yo conocía. El hombre que había amado durante diez años, el hombre para el que había construido un i
dose tan cerca que pude oler el tequila añe
. Caminó hacia la parte trasera de la cabina donde nuestro hijo de cinco años, Ma
ertándose de su sueño mientra
n pavor helado, espeso
uel dibujada en sus labios. Se agachó y, con suavidad, desabrochó el cintur
ensordecedor, pero en ese momento, todo lo que pod
, susurré, con
un brazo. Con la otra mano, alcanzó la manija de la puerta del jet. A esta
ue atravesó el ruido del motor. Extendió sus brazos hac
a escrito, el imperio que habíamos construido, los miles de millones en nues
, con las lágrimas corriendo
osamente tranquila. "Tienes hasta que cuente h
n nuestro diminuto departamento en la colonia Roma, impulsada por café barato y amor. Yo era la arquitecta, el genio detrás del códi
e, con sus brazos rodeándome mientras mirábamos la
, su arma secreta, su fantasma detrás del sistema. "GarzaTech", anunció en la primera conferencia de prensa, radiante. "Mi
cié a mi nombre, a mi reconocimiento, a mi p
rágil ego de Alejandro de una manera que mi silenciosa competencia nunca pudo. La llama
bía oído en años. Le estaba mostrando un boceto, y ella lo miraba con ojos grandes y devotos
ritorio y la reemplazó con una escultura elegante y minimalista. Dijo que era para una sesión
os
Mateo gritaba ahora, su pequeño cuerpo luchando contra el aga
¿Cómo podía mirar a su propio hijo, su propia car
o!", chillé, con la vo
as una sentencia de muerte para el amor que una vez
dad. "Dime, y podemos volver a ser como antes. Tú, yo, Mateo. U
Traté de razonar con el monstruo que llevaba el rostro de mi esposo. No
n
re
movió hacia
rrancándose de mi garganta. "¡La mandé
ejandro regresó. Arrojó casualmente a un gimoteante Mateo
iloto, su voz nítida y autorita
e existir. Me arrastré hacia mi hijo, recogiendo su cuerpo tembloroso en mis br
ida juntos. Todo borrado en un solo y aterrador momento. Para é
erio, Sofía. Todo lo que tengo es tuyo". Pero ese imperio estaba
. Le compraba regalos extravagantes, la colmaba de atenciones, la trataba como a una muñeca frágil. Complacía todos sus
y Valeria, enredados en las sábanas de nuestra cama matrimonial. La cabeza de ella echada hacia atrás en u
Me lo dijo. Dijo que tú
Apagué el teléfono, una extraña calma apoderándose de mí. Me senté en la estéril sala de espera del aeropuerto, esperando a mi hijo, m
pia autoestima, por el bien de un matrimonio que se había convertido en una prisión. Me había dicho
equiv
a constante la inteligencia ardiente dentro de mi propia cabeza. Alejandro fue mi primer
m
escotilla de escape que nunca pensé que necesitaría. Era una oferta para unirme a una iniciativa gubernamental de alto secreto, el Proyecto Quimera, un proyecto de computación cuántica d
simple: si alguna vez activaba el
brazos, su rostro manchado de lágrimas.
andro Garza quería a su pajarit
evaría tod

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