img Amor por contrato, corazón en deuda  /  Capítulo 8 El Frente Unido | 19.51%
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Historia

Capítulo 8 El Frente Unido

Palabras:1052    |    Actualizado en: 29/10/2025

de un lago en la oscuridad. No era un color de luto, era un color de poder. Imponente, tal como Alexander había ordenado. Colette, la estilista, había recogido

ía alejado del luto tradicional. Llevaba un traje de un gris oscuro, casi carbón, con una corbat

esta vez no era una evalua

ella, y tomó el bra

jando los rostros serios de los Vance. Beatrice, con un negro severo que la hacía parecer un cuervo. Sebastian, jugueteando con su copa de vino, una

el tintineo de los cubiertos. Fue Charles quien habl

todo se sostenía. Ahora... -dejó la frase en el aire, cargada de implicac

agua. -Los pilares están firmes, tío. El

ce que todo es un poco... inestable. Un imperio heredado de la noche a la mañan

omento. Dejó su tenedor suavemente y sonrió, una sonrisa que no

o la tensión-. Alexander y yo nos encontramos en un momento de cambio en nuestras vidas, es cierto. Pero elegimos co

or primera vez, no le pareció falso. -Mi esposa tiene razón. Algunos buscan la

ada-. Aunque debe ser tan difícil, querida, para una mujer con una vida tan... independiente como la

persona con la que las compartes. Yo no siento el frío. -Volvió a mirar a Alexander, y esta vez permitió que su mirada se suavizara, que se

dad, como si reevaluara a la "historiadora del arte de Boston". Sebastian parecía frustrado, sin un

nidad inquebrantable que presentaban Alexander y Olivia. Él la apoyaba, ella lo respaldaba. Se miraban en los momentos

n de la mesa, la victoria e

o suficientemente alta como para que los demás la

asintió. -

. Olivia se apoyó contra la pared, sintiendo la adrenalina correr por sus venas. Alexander

voz baja. No dijo "aceptabl

muró ella, cerrando lo

ó él-. Charles no la subestimará de nuevo. Se

, la línea entre Alexander Vance, el jefe, y Alexander, el

a del coche, pero con un significado comple

se formaba en sus ojos antes de que sus labios se movieran. No era un sí,

ijo finalmente, pero su voz carecía de la

co de sus palabras y el latido acelerado de su propio corazón como única compañía. La batalla había terminado por esa noche. Hab

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