vista d
ez flotaba sobre su libreta. El rostro de Eugenio se congeló, la má
riz, estalló en una n
de la cama-. ¡No debí alejarme en el parque! ¡Unos
lo-. No es tu culpa. Son esos monstruos. No te preocupes, la policía los atrapará. -Miró a los oficiales, su expresión u
tective se suavi
Hija, eres una heroína por
a pasar. En el momento en que la puerta se cerró, el comp
na? -siseó, su voz
ía se aferraba a su pierna, observá
rasposa-. ¿Los hombre
cabeza, su labio
era una buena niña y hacía lo que decían, no te lastimarían tanto. -Enterró
una víctima, no una conspiradora. El instinto maternal de protegerla, de absolverla, era un dolor poderoso y físico en mi pe
ella, volviendo al a
las palabras sabiendo a metal-. El divorcio s
torsionó con un
de todo lo que ha pas
e su mirada-. Firma los papeles, o la primera llamada qu
atrev
er a mi hija -dije, mi voz hueca-. A
eado. Miró a Sofía, luego a mí, su expr
osas que atender. Negocios. -Prácticamente huyó de la
idad derrumbarse sobre mí. Mi cuerpo estaba roto, mi familia era
rtesía del hospital, vibró en la mesita de
io me contó todo. No puedo imaginar por lo que estás
de quién era. Brenda. El
entre Eugenio y yo, no es así. Ha sido un mentor, un amigo. Habla de ti todo el tiempo. Te ama
alabras eran tan obsc
. Odio verte tratarlo así. Ha estado trabajando tan duro, tratando de esta
no era una disculpa; era una jugada de poder. Estaba reclamand
ardiendo con una ambición que era casi aterradora. Me había visto a mí misma en ella, una versión más j
ía ayudado a mi espo
a mí, sus colmillos goteando co
on mientras escri
. Aléjate de mi hija. La próxima vez
acío de la cama, mi corazón martilleando con una
-

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