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la necesidad de hacerte preguntas tales c
caída, pero... Y, ¿si en vez de lev
o, sigue existiendo
saliera de mi casa en los próximos dos días, a menos que pagara los atrasos de la hipoteca y ese era, uno de
tes de que mi padre enfermara y sin ningún familia
o, porque la única queja que tenía de ellos era esta, que se hubiesen ido dejándome sola y en medio de la cal
que pasara y de lo que estaba segura no tenían idea que sucedería...
rsona contra la que chocó mi madre y que la hizo perder la vida y dejar a alguien más e
un bar de mal ambiente pero buena paga, para
e puede serlo todavía más, que no te estaba mostrando más que un ens
ba. Serlo puede ser una bendición par
o cuerpo, sin embargo esa maldición me llevaba
belleza y al final de todos, estaba yo, la dueña de toda la perfeccio
ida en negativo. O quizá era la
ea de a dón
casa, no tenía sitio al que dirigirme.
mierda, no hueles más
n espacio en su casa, pero no podía aceptar. Y el que ella lo supiera y me lo propusiera de todos
nto le estaría complicando la vida. Cuando viniese la primera situación con su marido, yo me sentiría culpable y en el fondo lo seri
bas sabíamos que eso no sería posible y se me encogía el corazón de ternura. La adoraba y siempre habíamos estado al lado de las ot
eño del maldito sitio de mala
y denunciar sus atropellos con Patri. Ella tendría más problemas de los que ya tiene y yo serí
pesimista por mi parte, era ba
as nos tomabamos de las manos y nos mirabamos cómplices y tristes haciendo pu
hizo abrir los
exótica en fiestas privadas de su casa, cosa que me sabía a asco pero que
ricia sola con ese tipo que podría matarla en cualquier momento. Además de ser la ú
- me soltó las manos y cubrió
osotras nos queríamos y habíamos pasado por tantas
había obligado a vivir tantas pesadillas que ya no soñab
sa en los labios -yo lo voy a solucionar - le mentía y
hombre. Como odiaba no poder abrirle lo suficiente lo
ombros antes de irse, dejándo
ota escrita en una fina tarjeta que olía a millonario - aquel hombre le d
ento para que se marchara le liberé sin saber que hacer con aquel hombre de oj
lada. Y no dejaba a la vista ningún indicio de inter
ujer por nada. Y no estaba en el momento de mi vida perfecto, como p
el chico había dejado. Era negra, con una caligrafía impecable a bolígrafo por detr
ara mí cuando pude ver en la letra de aquel hombre de aspecto tan poderoso, una invitación para que lo viera al siguiente
lestó mucho. De pronto me sentí invadida, vigilada, acosada por alguien que si quería acercars
í analizar más el hecho de que me diera una orden
peculiar desconocido del que solo se me ocurrió pensar que quizás me había visto en el club alguna noche, a
llegar a la mesa donde el que parecía ser su jefe, lo acompañaba y me esperaba. Ni siquiera había reparado en aquel señor. Contra mi voluntad debo admi
y caminé hacia el dueño de la tarjeta que aún daba
intimidada por su parquedad -haciéndome sentir como si tuviera aspecto de prostituta y solo tuviera que llamar a darle mi precio por
y odio, que me resultó intrigante su tono. Y aquella mandíbula dura y boca gruesa me gritaban promesas de pasión, era enloquecedor ver
casi jadeo al sentir lo duro que era por detrás de aquel traje negro
ara separarla de su torso y la alejé de pronto. Sentí que podía provocarme un infarto solo de la reacción
raños, por más que sean como él.
eta seguía en mi mano aún extendida hacia él. Me intrigaba el porqué de su acerca
ta. Sé, que no la va a rechazar. No puede y yo
le dije - no voy a aceptar nada que venga de un extraño. Aléjese de mí y tome- saqué de mi bolsillo el único dinero que había traído para pagar los cafés - a
o, y le aseguro que esto no es nad
ño y sacando con fuerza mi muñeca de e
ó la tarjeta nuevamente, la extendió hacia mí y me respondió con
a mi oficin
ado, por su actitud que gritaba por todos lados, que tení
s narices y cuando por fin ví su nombre en la tarjeta, s
nombre y era también, el comprad
o yo, aún n

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