vista d
z. Mientras yo yacía en coma, luchando por mi vida, sus redes sociales eran un vibrante torrente de felicidad curada. Fotos de él
ebiendo champaña, el sol poniéndose detrás de ellos. Ese fue el día que
ando en su garganta. Ese fue el día que me sometieron a una cirugía de emergencia para rep
a sostener un teléfono, un grito crudo y primario me atravesó. Escribí un comentario furioso en su última publicación, a
concentrarme en irme, en dejar atrás esta pesadilla. Compré un boleto de avión, un viaje de i
as no había
davía débil, todavía recuperándome. El familiar olor a colonia cara, a poder, a amenaza. Los guardaespalda
evan?", murmuré
ente se detuvo frente a un edificio anodino. Me arrastraron por un pasillo tenuemente iluminado, luego a una habitación privada. Mis ojos se ajustaron a la poca luz. Era
con la de él. Parecían de la realeza, yo, una mendiga a sus pies. El rostro de Elena todaví
egunté, mi voz temblando, no
a se está recuperando de tu pequeño arrebato, C
a existir? "No hice nada malo", escupí, un hilo de san
tió, su voz peligr
tu, finalmente, era inquebrantable. Tosí, y un chorr
no te disculpas, entonces quizás tu a
enfermedad crítica, su vida pendiendo de un hilo. Era mi última familia,
lando?". Mi voz er
s por 'Nexus Innovations'". Sonrió, un brillo depredador en sus ojos. "Y yo soy el dueño de Ne
por mi abuela era un fuego feroz y protector
"¿Y bien? Tu discu
dose. "¡Por favor, Jeremías!
otando sobre un conta
an a ceniza. "Lo siento. Elena. Lo siento". Las p
s. Necesita demostrar que lo dice en serio". Cogió una botella de líquido transpa
cia. Él lo sabía. Lo sabía absolutamente. Siempre había sido tan cuidadoso con mis alergias, asegurándose de que ninguna comida o bebida contuviera ni un
o", supliqué, mi voz ronca,
mática, Celina. Un poco de licor no te hará daño. ¿A menos que prefieras
ya se estaba cerrando por el miedo. Agarré la botella, mi mano temblando, y me la llevé a los labios. El líquido ardiente me quemó la garganta. Me atragant
agudo y abrasad
a, mi garganta era un desastre crudo y ardiente. Los médicos trabajaban fren
una enfermera, agarrándola
ó. "Lo siento, querida. No tengo es
norando el dolor, y salí tambaleándome de la habitación. Mis piernas estaba
, el olor a antiséptico. Mi corazón latía con fuerza. La enfe
llamó antes. Se negó a dar el consentimiento para su cir
abía hecho. Realmente lo había hecho. Había sacrificad
is dedos torpes con los números. Llamé a Jeremías. Sonó u
e digas que no has terminad
e. "Por favor, Jeremías. Por favor.
abellón silencioso. "Oh, Celina. Siempre tan dram
cosa! ¡Solo sálvala!". Estaba suplicand
ina. Elegiste tu cami
a se cortó. Mi
rdíaco. El monitor cardíaco de mi abuela. Una sola línea agonizante se extendía por la pantalla, un tes

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