vista d
ieran de alta. Mi cuerpo dolía, un recordatorio constante de la crueldad de Jeremías. Pero
ía estado ayudando en silencio durante meses, desde que empecé a confiarle las griet
a llena de una ternura que no había escuchado en años. No preguntó "¿qué p
. "Pero necesito tu ayuda, Alej
on un bálsamo para mi alma herida. Me amaba, lo sabía. Era un amor tranquilo y constante, un marcado cont
o a libertad. "Permanentemente. Y luego necesi
los papeles de inmigración. Podemos acelerarlo. Pi
de un futuro, un destello de esperanza en la oscuridad
s. Mientras empacaba una pequeña bolsa, mi mano rozó un compartimento oculto en el viejo escritorio de Jeremías. Esta
as, estaban las palabras: "Celina – Acuerdo Prenupcial". Se me revo
n caso de divorcio, si se descubre que alguna de las partes ha cometido infidelidad, la parte infractora renuncia a todos los derech
ía, era asombrosa. Había estado tan confiado, tan seguro de su control sobre mí. La ironía era casi risible. Rápidamente tomé un
gó casi al instante: "Entendid
el fondo. Un pequeño y elegante disco duro. No tenía etiquetas, ni indicación de su conte
padeó y cobró vida. Carpetas. Miles de ellas. Todas etiquetadas co
tación donde había ordenado que me arrancaran la piel. Se reían, se besaban, se tocaban. Las fechas abarcaban años, casi
as que una vez me había reservado a mí. Mi visión se nubló con una mezcla de lágrimas y pura, absoluta rabia. No solo me había descuidado; me había engañado activa y alegremente, todo mi
Era un monstruo, un manipulador calculado. Me había usado, desc
o era solo evidencia para un divorcio. Esto era munición. Quemaría su imperio
golpe. Elena. Estaba allí, con una sonrisa triunfant
ome con desdén. "Bien. Jeremías quiere sus cosas fuera". Hizo un ges
a es mi casa", dije, mi vo
de amor. Eres noticia de ayer". Observó cómo los hombres comenzaban a arrojar bruscamente mis per
ano, una estatua de latón, y la balanceé con todas mis fuerzas. Conectó con la sien de Elena. Gritó, un sonido agudo y sorpre
ido de amor. Es una jaula, construida sobre mentiras y sueños robados. ¡Y tú, Elena, no eres más que u
genuino finalmente cruzando su rostro. Retrocedió tambaleándose, a
ontorsionado por la furia. Sus ojos se dirigieron instant
su lado, acunando su rostro.
mas, señalándome. "¡Me atacó, Jeremías! ¡Inte
de puro odio. No pidió mi versión. Ni siquiera la consi
cia atrás, y estrelló mi cuerpo contra la pared. El impacto envió una sacudida de dolor a
"¡Quítenla de mi vista! ¡Échenla! Y
orio de su crueldad, de su total desprecio por mi existencia. A través de la neblina del dolor, vi a Jeremías, su rostro grabado con preocupación, limpiando suavemente la sangre de la sien de Elena, su o
ragué y sentí un ardor en la garganta. ¿Así es
as, fría y distante: "No vale nada, Elena.
la os
cabeza, mis costillas se sentían como vidrio roto y mi rostro era un paisaje de moretones.
ra. Chase", dijo en voz baja,
fortunada. Me entregó una tableta.
llonario tecnológico Jeremías Chase hospitalizada tras violento
sien ligeramente hinchada y vendada de Elena. No había foto de mi rostro maltratado, por supuesto. Mi humillación fue comple
rado con la furia fría que se asentó en lo profundo de mis huesos. Creyó que me había r

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