ista de Br
ían como los barrotes de una jaula dorada de la que había escapado por poco. Las luces de la ciudad se desdibujaban a través de mis lágrimas no derramadas, cada una un tes
onido que temía. Mi perro rescatado, Sombra. Había sido mi única constante, mi leal compañero a través de los largos y sol
Mis pies golpeaban el pavimento, cada músculo gritando en protesta, pero
na afrenta personal. Mi corazón martilleaba contra mis costillas, un frenético tamborileo de terro
en su mano. Lo balanceó hacia Sombra de nuevo, un golpe nauseabundo resonando en la noche. -¡Detente! -grité, lanzándome hacia adelante. El tubo cone-Levantó el tubo de nuevo, apuntando a su cabeza. -¡No! -chillé, protegiendo a Sombra con mi propio cuerpo. El tubo se estrelló co
el refugio? ¡Estaba tan asustado, y lo abrazaste toda la noche hasta que se sintió seguro! -Invoqué nuestro pasado compartido,
su mirada recorriendo la escena. Sus ojos se posaron en mí, luego en Casandra, luego en Sombra, que yacía gimiendo debajo de mí. -¿Brisa? ¿Qué estás
ndo salvajemente hacia el tubo, hacia la forma sangrante de Sombra, hac
ó a Casandra. -¿Es esto cierto, Casandra? -
, este perro callejero me atacó! ¡Solo me estaba defendiendo! -Me miró con un esc
adió-. ¡Sombra nunca lo haría! ¡Es gentil! ¡Tú lo sabes! -Intent
que ahora sabía que era falso, estaban fríos y distantes. Pateó a Sombra, un movimiento brutal y casual que envió una onda de dolor a t
o! ¡Tú lo amabas! -Intenté razonar, aferrarme a los fragmentos
risa, tu delirio se está volviendo tedioso. -Miró a Casandra, un brillo posesivo en sus ojos-. Casandra
i garganta, crudo y primario. -¡No! ¡Damián, no! -Pero era demasiado tarde. El cuerpo de Sombra se quedó flácido
nocente -sollocé, aferrando el cuerpo sin vida de Sombra
deshagan de él adecuadamente. Quizás incluso podamos... disecarlo. Un trofeo, en realidad, para record
Casandra. -Luego se volvió hacia mí, su mirada fría como el hielo-. Y tú. Estás confinada
ojos fijos en la forma inmóvil de Sombra. El mundo se desdibujó, un caleidoscopio de dolor y traición. Fui ar
cómo se había manejado el cuerpo de Sombra, cómo se estaba tratando su pelaje para una "exhibición especial". Cada palabra era un cuchillo retorciéndose en mis entrañas, diseñado para romperme, para destruirm
enosa en sus labios. -Damián quiere verte -anunció, su voz enfermizamente dulce-. Quiere qu
evelando una habitación escasa y brillantemente iluminada. En el centro, sobre un pedestal blanco prístino, estaba Sombra. No realm
só que sería un hermoso recordatorio. De cuán ferozmente protege lo que es suyo. -A
s me invadió, caliente y amarga. -Eres un
pequeña y ornamentada caja en una mesa cercana-. Y para ti, un pequeño recuerdo. -La abrió. Dentro, sobre terciopelo, había un dije de plata. Era el mismo dije
una leve sonrisa en sus labios. -Casandra tiene ideas tan consideradas -comentó, como
ras rasgando mi garganta-. ¡Tú le
cuerdo de tal tontería. Quizás tu memoria te está
empre dicen que la sangre hace que las rosas florezcan más brillantes. -Hizo una pausa, sus ojos brillando-. O, si lo prefieres, podría hacer qu
me importaban las consecuencias, solo silenciarla, hacerla pagar por el sacrilegio, la profanación. Mis manos en
os volando hacia su estómago. No llevaba mucho tiempo embarazada, pero la noticia estaba fresca en
sus dedos como garras de acero, y me estrelló contra la pared. El impacto me dejó sin aliento, mi cabeza golpeó el yeso
qué en una bola, tratando de protegerme, pero no había dónde esconderse. Cada golpe era una ago
te desordenada, pero por lo demás ilesa. Encontró mi mirada, una sonrisa triunfante y escalofriante en
te. Se paró sobre mí, jadeando, su pecho subiendo y bajando. -Sáquenla de mi vista -ordenó, su voz goteando disgu
, sus ojos vidriosos mirando a la nada. Se había ido. Y así, al parecer, también se había ido h

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