Artea

otaban sobre el teclado. ¿Cómo se le dice a un hombre que esperas a su hijo, cuando él está convencido de que otra mujer es la madre de su fut

odía decirle. No todavía. Nece

Señorita Arteaga, el señor Vázquez desea s

. ¿Quizás lo de Berenice no era real? ¿Quizás él se había dad

dije, mi voz ap

udad de México. El lugar donde Marco y yo habíamos tenido nuestra primera "cita". El lugar

re. Su traje oscuro, su cabello perfectamente peinado. Nuestros ojos se encontraron. Por un segundo,

mis nudillos. Un gesto que solía derretirme, qu

iendo mi vestido. Mis mejillas se sonrojaron. M

Marco lo despidió con un gesto. "Necesito

e preguntaría sobre el hospital? ¿Me di

o de Ber

sistente, su voz urgente. "Ingeniero Vázquez, la señorita Puertas.

silla raspando el suelo. Toda la atención que me había dedica

," dijo, su voz tensa.

dió. El bebé. La

añadió, ya caminando hacia la sali

. Desapareció por la puerta.

me había golpeado en el hospi

istente de Marco, un joven nervioso, se acercó

al hospital." Mi plan de huida, mi nueva

istente intentaba hablar, pero sus palabras e

de una habitación de hospital me cegó.

teaga, ¿cómo

pregunté,

o tiene que cuidarse. Ya tiene diez semanas.

echa, la noche... m

¿no está con usted?" preguntó la en

voz apenas un sus

voz baja, luego su expresión cambió. "Lo siento, señorita A

na conversación de las

quez, ¿lo viste con la señorita Puertas? Ta

e está embarazada, ¿verdad?

ero Vázquez. Un imperio tan gran

adre del bebé de Berenice. Marco, el hombre que me había dejado sola en la mesa del re

lágrimas de dolor por él. Eran lágrimas de rabia, d

os papeles de divorcio han sido tramitados. Te los envío

d. Fina

a dentro de mí. Una vida que Marco no conocí

ando el mareo. Salí de la h

ermera me miró con preocupación. "Pero, señor

Mi esposo me dejó aquí. Y

se iluminó con el correo electrónico de mi abogada. Lo

ios. Marco había firmado mi libertad s

s, Magalí?" me preguntó

le escribí, mis dedos temblorosos. "Quiero

tenía mi carta de renuncia a la Constructora Vázquez, y la dejé c

susurré al vacío