img La huida de la chica de la jaula dorada  /  Capítulo 4 | 14.29%
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Historia

Capítulo 4

Palabras:1275    |    Actualizado en: 11/12/2025

ista de Ay

s, eliminada, borrada de su vista. Mi departamento, mi santuario temporal, ya no era mío. Era un recordatorio b

palabras se sintieron como

Solo necesitaba desaparecer. La pesada puerta principal, por la que acababa de entrar, de repente se cerró de golpe detrás de mí, sacudida por una ráfaga de viento, u

ontraste era marcado, un espejo brutal que reflejaba mi realidad. Me quedé allí por un momento, aferrando mi pequeña mochila con mis libros

as, mis esperanzas silenciosas. Me había permitido creer, aunque fuera por un momento fugaz, que pertenecía. Pero un hogar se constru

humillación ardiente. El agua corría por mis mejillas, mezclándose con lo que sospechosamente parecían lágrimas. M

salí a la mordaz noche de la Ciudad de México. El paraguas era viejo,

nó, sobresalt

a fiesta de cumpleaños de Andrés? Es

para él, una cena tranquila, solo nosotros dos. Una fantasía tonta, tal vez, una esperanza persistente de que algún día

che. Mi contrato termina oficialmente. -Las pal

naba sorprendida-. Pe

No en su cumpleaños. No con ella allí. -Necesitaba una ruptura limpia, un final definitivo. Quería haberme ido, realmen

interminables pasando. Esperé una llamada, un mensaje de texto, cualquier cosa de Andrés. Pero no llegó nada. Ni una sola palabra. Probablem

lo un espejo vacío que reflejaba mi hab

cabello. Una ráfaga de artículos de blogs de entretenimiento y páginas de sociales. «Esperanza Vázquez, la célebre concertista de piano

el hermano mayor de Andrés, Roberto. Una historia detallada de sus logros, sus deslumbrantes actuaciones, su impecable linaje. Y luego, una cita de una vieja entrevi

el video, el anhelo desnudo en sus ojos. Platónico. La palabra sabía a veneno. Ella sabía exactamente lo

mente se olvidaría. Yo solo era un sustituto convenie

és, sino de su asistente, Marcos. «El señor Monte

e todo eso? Mi mente dio vueltas. ¿Qué quería? Dudé solo un segundo, luego me

ba, un camión de mudanzas estaba estacionado afuera, hombres con ov

los hombres de la

o de calcetines. Primero quiere que se vaya todo,

se me permitía tocar, el que Esperanza había admirado tan casualmente. ¿Lo había tirado solo porque ella lo mencionó? El pens

nente, con las manos en los bolsillos, su mirada recorriendo la escen

s-. Esta muñequita fea, ¿todavía quieres que se vaya? ¿O vas a quedarte con esta también? -Sost

mantenido escondida, guardada en el fondo de mi clóset, un pequeño y secreto pedazo de mi pasado. ¿Cómo la había

el hombre. Pero no podía. Yo era Ayla Thompson, la o

e indiferentes, finalmen

desprovista de cualquier emoción-. Y as

doloroso. Me estaba purgando. Borrando

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