ista de Ay
s, eliminada, borrada de su vista. Mi departamento, mi santuario temporal, ya no era mío. Era un recordatorio b
palabras se sintieron como
Solo necesitaba desaparecer. La pesada puerta principal, por la que acababa de entrar, de repente se cerró de golpe detrás de mí, sacudida por una ráfaga de viento, u
ontraste era marcado, un espejo brutal que reflejaba mi realidad. Me quedé allí por un momento, aferrando mi pequeña mochila con mis libros
as, mis esperanzas silenciosas. Me había permitido creer, aunque fuera por un momento fugaz, que pertenecía. Pero un hogar se constru
humillación ardiente. El agua corría por mis mejillas, mezclándose con lo que sospechosamente parecían lágrimas. M
salí a la mordaz noche de la Ciudad de México. El paraguas era viejo,
nó, sobresalt
a fiesta de cumpleaños de Andrés? Es
para él, una cena tranquila, solo nosotros dos. Una fantasía tonta, tal vez, una esperanza persistente de que algún día
che. Mi contrato termina oficialmente. -Las pal
naba sorprendida-. Pe
No en su cumpleaños. No con ella allí. -Necesitaba una ruptura limpia, un final definitivo. Quería haberme ido, realmeninterminables pasando. Esperé una llamada, un mensaje de texto, cualquier cosa de Andrés. Pero no llegó nada. Ni una sola palabra. Probablem
lo un espejo vacío que reflejaba mi hab
cabello. Una ráfaga de artículos de blogs de entretenimiento y páginas de sociales. «Esperanza Vázquez, la célebre concertista de piano
el hermano mayor de Andrés, Roberto. Una historia detallada de sus logros, sus deslumbrantes actuaciones, su impecable linaje. Y luego, una cita de una vieja entrevi
el video, el anhelo desnudo en sus ojos. Platónico. La palabra sabía a veneno. Ella sabía exactamente lo
mente se olvidaría. Yo solo era un sustituto convenie
és, sino de su asistente, Marcos. «El señor Monte
e todo eso? Mi mente dio vueltas. ¿Qué quería? Dudé solo un segundo, luego me
ba, un camión de mudanzas estaba estacionado afuera, hombres con ov
los hombres de la
o de calcetines. Primero quiere que se vaya todo,
se me permitía tocar, el que Esperanza había admirado tan casualmente. ¿Lo había tirado solo porque ella lo mencionó? El pens
nente, con las manos en los bolsillos, su mirada recorriendo la escen
s-. Esta muñequita fea, ¿todavía quieres que se vaya? ¿O vas a quedarte con esta también? -Sost
mantenido escondida, guardada en el fondo de mi clóset, un pequeño y secreto pedazo de mi pasado. ¿Cómo la había
el hombre. Pero no podía. Yo era Ayla Thompson, la o
e indiferentes, finalmen
desprovista de cualquier emoción-. Y as
doloroso. Me estaba purgando. Borrando

GOOGLE PLAY