mbra. Estaba sentada sola en la sala, una figura solitaria empequeñecida por muebles caros que m
esando el gran ventanal, un destello momentáneo que anunció s
interruptor de la luz, y la habitación se inundó al instante con un resplandor cegador e indiferente. Me vio,
a desesperada en mi voz, con la espe
se ralentizaron. Siguió moviéndose, un fantasma
l dolor una distracción bienvenida del dolor más profundo. Leva
o el d
de la dura luz del techo, su silueta era formidable, inflexible.
tantes. Diez años. Diez años lo había amado, me había dedicado a él. Diez años de sacrificio, de
ana, cargada de un desprecio apenas disimulado-. ¿
zaron la forma familiar del frasco de analgésicos dentro. Por un momento, mi mirada se detuvo allí, un reconocimiento silencioso de la batalla constante que
firmado extendido como una ofren
ero, casi alegre, que se quebró en los bordes. Mi sonris
a sabido desde el principio que tu corazón le p
ató los papeles de la mano. No los leyó. En su lugar, los golpe
grande de los bienes ahora, eh? -se
acusación una
z apenas audible-.
su mirada fría e incrédula. El silenci
que él se negó a creer que pudiera ser inocente. Escuchó rumores, me vio con otro hombre -Javier Noriega-, un hombre c
vimiento que él resentía profundamente, convencido de que había
lenos de un despre
ate,
razos, bloque
esesperada en mi voz ahora-. No quiero nada. Incluso f
ón extraña, casi div
un fragmento de hielo que me atravesaba el corazón-. Y tengo la intenci
El aire abandonó mis pulmo
uó, su voz endureciéndose-, m
de agua fría. Probablemente estaba tratando de lavar mi presencia persistente. Sus nudillos estaban blancos,
de divorcio esparcidos en el suelo. Lentamente, me ag
en la casa silenciosa. Era mi madre. S
enfermo, Celina!
El negocio de mi familia estaba al borde del colapso, tambaleándose al bor
e repente cobraron un sentido escalofrian

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