sta de Alej
mi pecho. La mirada de Cristian, aguda e inquisitiva, se cl
rápido. Miré hacia la puerta del estudio-. Escucha -murmuré, con un toque
en alerta. Justo en ese momento, apareció Giselle, envuelta en una bata de seda, su cabello un des
a cabeza. Y mi pierna... me duele tanto. -Se apoyó pesa
nstante, su sospecha anterior
ía y autoritaria, ahora estaba teñida de tierna preocupac
arecía durante días sin decir una palabra. Estaba jugando al caballero siempre protector de la damisela en apuros de Gi
Estaba sangrando, sola, en una zanja al lado de la carretera después de una operación de seguridad fallida. Su voz había sido cortante. "Aleja
co, abrasador y repentino. Lo había llamado, jadeando por aire. "Cristian, yo... algo está mal. Necesito ir al hospital". Él había estado con Giselle entonces, consolándola después de algún desaire social menor. "Alejandra, sabes lo importante que es esta operación. No seas dramática. Necesito que te conc
nca le conté sobre el bebé. Solo habría sido otra arma para que él
a más de lo que podía soportar. Mi estómago se revolvió. Necesitaba salir. Me di la v
ron debajo de ella. Con un floreo dramático, se derrumbó en el suelo just
utal. Mi hombro herido gritó en protesta, un dolor fresco y abrasador rasgando las suturas. Jadeé,
¡¿Qué has hecho?! ¡¿Cómo te atreves a tocarla?! -Ni siquiera me dedicó
l dolor y la indignación-. ¡Se cayó a propósi
logró una sonrisa débil y saca
hacerlo. Solo está... molesta. -Sus palabras, goteando fa
a en la pierna es estar 'molesta', Giselle? -Volvió su mirada a
nto? Nunca me creería. Ya había tomado una decisión. Miré la mancha osc
ar junto a mí, todavía arrodillada en el suelo, sus ojos se encontraron con los míos. Eran fríos, du
-gruñó, su voz un susurro bajo y peligroso-. No
sola en el opulento y vacío estudio. El dolor en mi hombro era
ntró corriendo, su rostro grabado con preocupación-. ¡Su hombr
ientas, mis dedos torpes por el dolor. Era un número
ión es... inestable. Está preguntando por usted. -La voz clínica al o
ente, a Cristian. El hombre que era la fuente de gran parte de mi trlana. Mis planes de escape,
es blancas y estériles de su habitación reflejaban la frialdad de mi corazón. Yac
brirse-. Viniste. -Una lágrima manipuladora ro
desprovista de calidez-. No f
stió, extendiendo una mano temblorosa-. Tu madre
é, mi cuerpo temblando con una ira repenti
do, luego sus ojo
gil cuerpo. Mis ojos se abrieron de par en par en estado de shock cuando un destello de metal brilló en
ié su brazo, pero la afilada hoja aun así me cortó la muñeca, u
o con eficiencia practicada. Una enfermera le administró rápidamente un seda
pero el shock de su traición, de su desesperado intento de hacerme daño, me sacudi
Montes? No la lastim
nte tallado. Lo había visto antes. En el escritorio de Cristian. Fue un regalo
La gente más cercana a ti.

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