sta de Alej
Estaba empacando, doblando meticulosamente la ropa en una maleta, mi hombro palpitando en protesta contra ca
dulce, pero sus ojos tenían un brillo venenoso-. Pensé que
ente seguí doblando. Mi enfoque estaba en i
o no veo que lo lleves puesto. -Su mirada se desvió hacia mi dedo anular desnudo-. ¿Por qué no? No m
e seda. Lentamente me volví para mirarla,
ímbolo de un futuro que nunca fue. Una mentira. Y además -incliné
ulpido se congeló. El venen
demasiado, demasiado pronto. Que te harías una idea equivocada. -Se rio, un sonido frágil y triunfante-. Solo le i
a atención fugaz de Cristian. Todo era tan agotador. Tomé otra prenda de vestir, volviendo a mi empaque. No me importaba
us profundidades. No lo vi. Estaba demasiado envuelta en mi propia y si
se levantó de golpe. Antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, una sensación aguda y punzante floreció en mi cuello. Mi visión se nubló, la habitación se incl
e insistente detrás de los ojos. Mis extremidades se sentían pesadas, lentas. Intenté moverme, pero mis muñecas y t
elle. Por supuesto. Ya estaba despierta, su voz una mezcla de indignación y
avía borrosos, la encontraron. Estaba atada a una silla a unos metros de distancia, su vestido caro rasgado
a intentado deshacerse de mí y, en cambio, había derribado todo el castillo de naipes. Su
cabina. Nuestro secuestrador. Era un hombre corpulento, con una sonrisa
os cuánto valora a su preciosa Giselle
a por la preocupación, cr
es?! ¡¿Qu
strador-. Tenemos un par de... amigas suyas aquí. Dos, de hech
sea! -La voz de Cristian era
se ensanchó-. ¿Qué tal un pequeño juego, entonce
sollozos entrecortados de Giselle. Me miró, luego
ía me duele! ¡Tienes que salvarme! -gimió, su voz
os, siempre vigilantes, notaron un débil brillo de movimiento cerca de la po
e sumió en el caos. Disparos. El ruido sordo de cuerpos cayendo al suelo. Gritos ahogados. El aire se llenó del sabor metálico de la sangre. Mi cora
o como habían comenzado. El barco se sacudió y
ía y hueca, cortó el silenc
n pitido frenético comenzó, un pulso bajo e insistente que llenó la oscuridad-. ¡Una bomba, Cristian! ¡Y está programada para estallar! ¿Crees que te dejaré te
ridad, iluminando la aterradora escena. El secuestrador había desaparec
rco de rescate-. ¡Solo podemos llevar
cortó la respiración. Este era
ensa y llena de una angustia cr
mero! -Su voz se quebró, pero la
sta los huesos. Mis ojos ardían, pero no salían lágrimas. Solo un
argada de una urgencia desesperada, cortó
mente desprovisto de expresión. Mis manos, todavía atadas, colgaban i
cruda pantalla digital
bes cuál fue la parte más difícil? No las balas. No la traición. Fue darme c
Su voz era una súplica frenética y deses
alvo! -gritó uno de sus hombr
00:
Un rugido ensordece

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