sta de Cris
Sus palabras, sus ojos, su calma escalofriante... todo estaba mal. Creí que la conocía, que sabía
partando al personal m
extraña y antinatural, como una muñeca de porcelana a la que le hubieran dado demasiada cuerda. Se dirigía directamente hacia Giselle, que estaba sie
er a Giselle. Ese era el úni
disparó, agarrando su brazo, pero ella se lo quitó de encima con una fuerza sorp
-ordené, mi tono n
rodear a Giselle, formando una barrera protectora. Su entrenamiento se activó, una máquina silenciosa y
emente extendió la mano y le quitó la copa de champán de la mano temblorosa a Giselle. Ni siquiera miró a Giselle. Sus ojos, despro
ba burlando de mí. Estaba jugando un juego que
e siempre estaba reservado para Giselle. Alejandra se rio entonces, un sonido bajo y gutural
voz en mi cabeza. "Sabe que siem
... se había ido. En su lugar había algo afilado, desconocido y aterrador. Finalmente había visto a través de mi fachada, quizás incluso a través de mi propio
la mía. El líquido burbujeante pareció quemarle la garganta. Tosi
i y miembros de la alta sociedad. Su voz, aunq
ítanme presentarles a Giselle. Mi querida... hermana. -La palabra quedó suspendida en el a
. La gente intercambiaba miradas incómodas, sus ojos saltando de mí a Giselle, y luego de vuelta a Alej
Cabos? -escuché susurrar a una socialité-. ¿Y el accidente de
vino rápidamente otra, apartand
naban, caminó lentamente hacia Giselle. Giselle, con el rostro como una máscara de confusión y miedo, se aferró
antes de talla esmeralda que le había dado en nuestro "compromiso", el que ella había pensado que simbolizaba nuestro
o codicioso reemplazando su miedo. Extendió la mano, sus dedos tem
do, lleno de una mezcla de ira y humillación. Ese anill
ia mí, sus oj
una buena esposita? -Pestañeó, una parodia grotesca del encanto inocente de Giselle.
ado, me provocó una nueva oleada de náuseas. Mi visión se nubl
garrando mi brazo de nuevo. Su ag
llo de preocupación genuina, o quizás solo un d
té del
ristian? -Mi voz era plana, desp
grito agudo de Giselle
¡Mi mano! ¡E
o en su dedo, su rostro contorsionado en un dolor exagerado. Toda preoc
lado, examinando la minúscula heri
pulgar frotando círculos tra
e camarones en la bandeja a su lado-. No has comido, ¿verdad? Ten, déjame pelarte e
sinato, Alejandra me había pedido que le pelara un camarón. "Cristian, mi mano todavía está un poco débil", había dicho, una rara súplica de ternura. La había mirado,
hombro palpitaba, un dolor sordo e insist
s, un cigarrillo apretado entre mis dedos, la brasa un pequeño y feroz faro en la penumbra. El humo
ntró, sus ojos entrecerrados al ver el humo que me rodeaba-. ¿Qué estás haciendo
te levant
o que la gente hace cuan
plato, llen
sitas
ra inesperado. Un destello de algo, curi
ara
se una mano por
delicado estómago. -Lanzó el cóctel de camarone
ontrajo. La comida, que antes era una posible ofrenda de paz
e cigarrillos de la mesa,
dirigió a la ventana, la abrió y arrojó ambos a la
jugando en mis labios-. ¿Por qué la repen
s ojos se suavizaron c
ensible al humo. Le a
és de una misión particularmente brutal, había empezado a fumar mucho. Cristian se había dado cuenta. "Alejandra, deja eso", había ordenado. "Es un mal hábi
, vibró. Un nuevo mensaje. Una c
ltar la pantalla. Demasiado tarde. Los ojos de
su voz cargada de sospe

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