abía hecho su trabajo: había mitigado el dolor, silenciado los incesantes susurros de traición. Mi teléfono vibró de nuevo, un zumbido persiste
o, su voz un murmullo juguetó
atrayéndolo más cerca
los mensajes de Damián, pero algo me impulsó a mirarlo. Era de él. Y decía: "No te m
día ser. Me di la vuelta, mi mirada recorriendo el bar abarrotado. Mis
la ciudad. Sus ojos, fríos e inquebrantables, encontraron los míos. Damián Ferrer. Parecía un
ltitud a su paso, como una ola de asombro silencioso. La gente se apartaba instintivamente, sintiendo el aura peligros
fe de seguridad, una montaña de hombre, ya est
ro una mirada de la seguridad de Damián la congeló. Se desvanecieron, dejándome sola, expuesta, en el espacio repentinamente caverno
a Leo. Simplemente me agarró del brazo, sus dedos clavándose en mi piel, un agarre
te contigo!", espeté, mi rebeldía volvien
haciendo el ridículo". Señaló vagamente las botellas vacías, los vasos de chupito desechados. "¿Así es como se ve la l
de rabia contenida. "¿Huir para consolar a tu exnovia moribunda mientras tu esposa
madora. "No me presiones, Sofía", advirtió, su voz un gruñido b
¿O qué?", desafié, con la barbilla en alto. "¿Huir
mi mejilla. Su pulgar rozó mi piel, un toque suave y tierno que envió señales contradictor
e él pasando de largo por mi habitación de hospital, de él sosteniendo a Julia, brilló en mi mente. No. No volvería a caer. Aparté su mano de
dijo nada, solo me miró, su mirada bajando lentamente hacia el pequeño y ornamentado bols
isto. Demasiado observador. Lo veía tod
ano. "Dámelo". No era una
ligeramente. "Bien. Aquí tienes. Tu boleto a la verdadera libertad, Damián". Le metí el sobre en la mano. "Papeles de d
intento desesperado de provocarme?". Arrojó el sobre sobre una mesa cercana, con desdén. "Sabes, la última vez que intentaste 'divorciarte' de mí, terminaste en mi c
uiera miró los papeles. Pensó que era una broma. Un juego. Apreté la
mente ante la inesperada intimidad. Mis dedos se enredaron en su cabello oscuro, atrayéndolo más cerca. Mis labios se encontraron con los suyos, suaves al principio, luego volvié
rebeldía. Pero mis labios, mi cuerpo, contaban una historia diferente, una historia de rendición
la pluma en el bolsillo de su chaqueta. Aún besándolo, aún vertiendo cada onza de anhelo desesperado que sentía en el abrazo, moví mi man
aún no entendía. Parecía aturdido, confundido, pero también innegablement
odas", susurré, presionando mi frente contra la suya. Mi corazón latía con fuerza, no por pa
cuenta de que lo había deslizado en mi propio bolso. Simplemente me atrajo más cerca, sus labios encontrando mi cuello, sus m
no a la suya. Me arrojó sobre su enorme cama, sus ojos ardiendo con un fuego posesivo. "¿Crees que puedes coquetear con otros hombres, pavonear
adolorida, tanto física como emocionalmente. Cada embestida era una declaración de propiedad, cada beso una m
iera, tratando de bloquear la devastación emocional. Me estaba castigando. Por mi rebeldía. Por mi supuesta infidelidad. Por sus propios sentimie
gencias. Se congeló, su cuerpo tensándose sobre mí. Se apartó, agarrando el teléfono de su mesita de noche. Sus ojos, todavía nublados
había oído desde el accidente de coche. Pero
a toda prisa. "Voy para allá. No toquen nada". Me miró, sus ojos abiert
siempre estaba en problemas. Él siempre corría hacia ella. "Ve"
ó de golpe detrás de él. Su coche rugió al salir del camino de entrada, las llantas chirr
lía el cuerpo, pero era solo un eco sordo comparado con el vacío interior. Me levanté lentamente, me puse su camisa y
entí un dolor agudo, una oleada de náuseas. Salí tropezando del dormitorio y entré al baño, la cabeza me da
el mundo exterior un borrón de luces parpadeantes y árboles oscuros. Él ni siquiera parecía notarme. Estaba demasiado consumido p
de maleza. El aire estaba cargado del olor a tierra húmeda y descomposición. "Damián, ¿qué
alzaba en la distancia, sus ventanas rotas como ojos vac
s. Hombres, rudos y amenazantes, sostenían a Julia. Estaba desaliñada, aterrorizada. Y de pie entre ellos, un hombre que reconocí vagamen
tro. "Así que finalmente apareciste. Y trajiste una invitad
Julia. "Suéltala", gruñó, su voz u
'. Aquella por la que casi pierdes tu imperio, hace tantos años". Sus ojos recorrieron a Julia con una posesiv
"Ella no significa nada para mí ahora", escupió,
sangre se me heló, de nuevo.
para salvarla de su 'enfermedad', simplemente la entregas?". Se rio, un sonido áspero y chirriante. "Si
bruscamente hacia él, envolviendo un brazo posesivo alrededor de mi cintura. Mi cuerpo se tensó contra el suyo. "Esta es mi esposa", declaró, su voz resonando con una falsa con
ula de los leones, sacrificándome para protegerla a ella, para proteger su propia reputación. Acababa de llamarme
un peón en su retorcido juego, una esposa conveniente para proteger sus verdaderos sentimientos, su verdadera vulnerabilidad, del mundo. Una traición profunda y abrasadora me consumió.

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