ista de An
mí incluso bajo las brillantes luces fluorescentes de la cafetería. Conocía a J
siempre observándome. Luego, una camioneta Mercedes-Benz negra se estacionó al otro lado de la ca
Panamera plateado se detuvo junto a la acera, sus ventanas polarizadas brillando. El coche de
ología. Los recursos eran infinitos para él. Si quería encontrar a u
fans; un enjambre de ellos, saliendo de la nada. Rodearon el Porsche, una multitud
a en este pueblo tranquilo, mi refugio, se estaba desmoronando. El contraste entre mi pasado y mi p
la ventana, sus frágiles manos temblando. Era anciana, con un
voz quebrada-. ¿Qué es
a. Yo había traído esto a su puerta.
on el aire húmedo de Tepoztlán. Sus ojos, sin embargo, fueron lo que me paralizó. Escanearon a la mu
rófonos que le metían en la cara, cortó el clamor. Sonaba exact
acia mí, con los ojos d
Ana, ¿de quié
beza, con la ga
oña Elvira.
ía. Una mujer al frente, con un cartel
Se cambió el nombre para
ió, más fuerte
r después de arruinar vidas? ¿Después d
as. Mi abuelo. Lo arrastraron a esto
a fija directamente en la puerta principal de la cafetería. No estaba
n mí. Sus labios apenas se movieron, pero las palabras fueron clara
é que e
pájaro atrapado desesperado por escapar. No estaba preguntando. Estaba exigiendo. Y supe

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