/0/21681/coverbig.jpg?v=71e08a3b7a957ad60f1c76d90e4fb026)
a de ballet se acabó, pero mi madre, en su lecho de muerte, había conseguido
zón. Él y su amante lo usaron co
a mu
pared. La caída no solo hizo añicos mi mundo; provocó
me arrebató a mi
, miré al hombre por el que una vez
tir de esto por e
é de él y
ncontró. Era un hombre destr
jos y le di mi
o no hay segund
ítu
vista d
a dárselo a alguien más, dejando que Sofía se marchitara. El aire se me atoró en la garganta, un sonido áspero y desesperado que apenas reconocí com
o y súplicas. Mis manos, temblando sin control, se aferraron a la solapa de su saco
que no le conocía. Se apartó de mí, su movimiento sutil pero firme, cortando la última conexión
ción genuina. Era el mismo tono que usaba para descartar una mala inversión.
cia atrás como si me
Ese corazón era para Sofía! ¡El último regalo de mi mamá! ¡Ella lo arre
ón larga e impaciente
sillo desierto del hospital, como si temiera que alguien presenciara mi colapso.
s últimos días asegurándose de que Sofía viviera. Había encontrado un donante, asegurado la compatibilidad, orquestado todo, inc
esonando en las paredes silenciosas. -¡Era el último dese
tástrofe. Tenía que llegar con el director del hospital, con los doctores, con cualquiera que me escuchara. Esto
vas? -exigió, su v
rme. -¡Voy a hacer que lo devuelvan! ¡Sofía
ás fuerte, sus ojos
rado para su receptor en este mismo momento. Cualquier
des. Lo miré fijamente, realmente lo miré, como si lo viera por primera vez. El hombre que había amado, el hombre con el que me
No te importa que Sofía se esté muriendo. No te importa que el último
cruzó su rostro, pero fue reemplazado ráp
Pero esta... esta obsesión con tu hermana no es
rro candente. Me recordó a incontables otras veces en que había menospreciado mis sentimientos, torciendo mi realidad
na pequeña está en esa habitación, apagándose, ¿y llamas
una voz familiar y empalagosam
es cómo me estreso cuando las
. Por s
o de diseñador impecable. Se movía con una gracia natural que se burlaba de mi propio cuerpo roto. Deslizó s
s. -Te ves... mal. Deberías ir a casa a desca
lla y Maximiliano. -¿De qué exactamente te estás encargando, Bárbara
ó dolorosamente, pero Bárbara simplemente sol
a simple y desafortunada confusión. Estas cos
punzante en el costado. Lo ignoré. -¿Llamas confusión a manipular a mi esposo par
Maximilian
e de la raya! -Dio un paso ha
amaba estaba a punto de golpearme, para protegerla a ella. La revelación me golpeó como
oz temblorosa. -¡Adelante! ¡Hazlo! ¡Porque nada de lo
. Bárbara, siempre la actriz, se apoyó en su h
astornada. No dejes que te p
era todo lo q
ahora. -Estoy harta. Estoy harta de ti, Maximiliano.
as. Los ojos de Maximiliano se abrieron de par en par, un destell
r en su voz. -No seas absurda. Solo estás mole
. -Esto no es algo que "se me pasará durmiendo". Se acabó. La elegiste a ella. Eleg
uego soltó una risa
hecho por ti? -Hizo un gesto vago hacia mi prótesis. -¿Quién crees que pagó
a herir, solo avivaron el
r! ¡Y yo te salvé la vida! ¡Perdí mi pierna por salvarte
n mi costado se intensificó, un dolor visceral que se ext
to, dio un paso al frente, su
lmarte. -Sus ojos, sin embargo, tenían un brillo triunfante. -¿No lo entiendes? El corazón ya está
ndose en mis entrañas. ¿Otra muerte? Ella veía la posible muerte de Sofí
álido por mi declaración de divorcio
se está usando. Tienes que irte. -Dio un paso
auseabundo. Retrocedí, mi prótesis se enganchó en el borde de
oración desesperada. -Sofía
errada a su brazo, una mirada de suficiencia en su rostro. La image
imiliano hacia los elevadores. -Los doctores neces
, una sonrisa burlona jugando en sus labios. Sus ojos
as, ignorando el dolor punzante, ignorando la forma en que mi prótesis prote
Mis súplicas desesperadas se disolvieron en sollozos rotos. Observé, impotente, cómo las puertas del elevador se cerraban, llevándose
n en puños, golpeand
ó, un grito primario de rabia y dolor.
un peso muerto. Jugueteé con las correas, tratando de asegurarla, las lágrimas corrían por mi rostro
levador que Maximiliano acababa de tomar. Era Bárbara, sola esta vez. Caminó hacia mí, sus ta
argada de veneno. -Pensé que tendrías el buen
s ardiendo con un odio tan intens
n, Bárbara. Te lo ruego. ¿Qué quieres? ¿Dinero? ¿Poder? ¡
nido áspero y
aliento cálido en mi oído, su voz bajando a un susurro. -¿Sabes qué es lo gracioso? El corazón no era p
a tan potente que amenazó con consumirme. ¿Un negocio? ¿La vida d
n un golpe seco y repugnante. La fuerza de mi golpe la envió al
teatral, agar
! ¡Me p

GOOGLE PLAY