/0/21682/coverbig.jpg?v=20dc46c2dadda0203b77c9c035965718)
cuarto oscuro y húmedo, él fue mi héroe, protegiéndome de nue
undo. Pero el cuento de hadas era una mentira. El secuestro fue una farsa que
amor, Juliana. Me humillaron con un video degradante, me encerraron en una clínica
que me habían quebrado, que desaparecería en silencio con mi vergüenza de
on a matar. Luego, reduje mi antigua vida a cenizas y compré un boleto de ida a Madrid. Cre
ítu
Monte
Kiara Montes, una chica que usaba su reputación como escudo. Ahora, mirando los rostros borrosos de mis captores,
tenté concentrarme, identificar algo, cualquier cosa, en la oscuridad
hacia adelante por manos invisibles. Mis pies descalzos rozaron
gua estancada y algo metálico. Un pavor helado
suelo con fuerza. La cabeza me retumbó. Me arrancaron
iluminado. El agua goteaba del techo, formando charcos turbios en el pis
uestamente recto, luciendo tan desaliñado y aterrorizado co
miedo que reflejaba el mío. Estábamos atrapado
tañas, se nos acercó. Sostenía un tubo oxidado
, preparándome para el imp
ordo y repugnante. Gritó, un sonido gutural de pura
n sonido áspero y chirriante
familia, Morale
álido, el sudor perlando su frente. Apretó l
el agua y las respiraciones entrecortadas de Carlos. Mi terror inicial se mezcló
vían, ocasionalmente, para golpear a Carlos, para recordarle la deuda de su fam
ante, inmovilizándome en el suelo.
eridas, se lanzó hacia adelan
on la voz ronca-. ¡Ella no
scarado se rio
tector. Muy
de nuevo, más
us ojos, incluso a través del dolor, encontraron los míos. Con
humanidad en la brutal oscuridad. Era
los brazos y las piernas inmovilizados. Carlos obser
Mi ropa de diseñador, lo que quedaba de ella, estaba hecha jirones. Mi
or... otras cosas. Cosas que me revolvían el es
humillantes. Intenté luchar, pero su agarre er
do crudo y animal, luch
revan! ¡No
de su rabia, de su impotencia.
e dejaron allí, sollozando, con la dignidad destrozada. Carlos
a sentirme peor.
rando mi cuerpo inerte de regreso a donde Carlos es
spíritu roto. Un pinchazo agudo en mi br
los, grabado con preocupación, nadaba ante mi
o otra. Sentí una presencia, pesada e in
contra la violación. Pero mi cu
omo vidrios rotos. El sabor metálico del miedo, la presió
su rostro una máscara de asco. No me miraba. El silencio en la h
vadió. Mi cuerpo se sentía... mal
osas que quemaban mis mejillas. Carlos, con
a...
incapaz de enc
o quería sus palabras.
principio de nada, luego de todo. Él me contó sobre su familia, sobre las presiones, las expectativas. Yo
o roto, ahora vendado toscamente, era sorprendentemente fuerte cuando me ro
, tratando de hacerme reír. Y a veces, lo hacía. Una
confianza tácita que se formó en los rincones más oscuros de e
entrar un cegador rayo de sol. Entraron hombres
. Ropa limpia.
doblaron, débiles por el desuso. Carlos m
o de ellos-. Tu fam
protegidos de la luz del sol. El alivio fue abrumador, c
d trajo un nuev
a un torbellino de flashes de cámaras. Reporteros, gritando preguntas,
, ¿el señor Mora
, ¿cuáles eran
, ¿est
umada. Sentí la mano de Carlos en mi espa
bró vida. La sangre se me heló. Era el video. El vi
do de susurros, murmullos y burlas abier
gritó alguie
ntes, por fin revelada
me. Me acercó más, su cuerpo una bar
aba vueltas. Podía oír la voz decepcionada de mi pad
n más fuertes, cada pal
or
sca
o mer
ada par de ojos se sentía como una condena. Ca
astrándome con él. Se enfrentó a las cámaras
-, es una víctima. Fue sometida a horrores indescriptibles, y no m
defendiendo. No solo en privado, sin
corriendo a los reporteros-. No logré protegerla adecuadamente durante
sus palabras. Estaba asumiendo la culp
ás audaz que el
or Morales? ¿Qué si
ntensidad cruda que no había visto antes
illó. Justo ahí
ión. Mi mente se tambal
on una sinceridad inesperada-, ¿me harí
Mi corazón, tan recientemente destrozado, sintió un extraño y vertiginoso ale
ba ofreciendo todo, y a mí no me que
rteros, su rostro una mezcla de sorpresa y triunfo calculador.
irada era inquebrantable, casi desesperada. Nec
una súplica desesperada por escapar, por protección, por
apenas un susurro, perdida
mante que se sentía imposiblemente pesado. Se puso de pie, atrayéndome a un f
un nudo frío de pavor se instaló en mi estómago. Esto no era una
léfono, su voz demasiado
rupo de la Vega... una fusión de fa
ntura. Sus labios estaban en mi oído,
mía, Kiara.
amenaza. Mi estómago se revolvió. Ac

GOOGLE PLAY