War
sposo'". Ese mensaje, un fantasma de una realidad alternativa, cruzó mi mente. Pero mi mensaje no serí
me ofreció un salvavidas: mi profesora del Conservatorio, la Dra. Elena Petrova. *
e! Sabía que lo harías. Ya he asegurado tu v
, de sueños escondidos bajo un manto de la posesividad de Gael. Metí lo esencial en una pequeña maleta de lona, d
eterna". Miré las iniciales grabadas, F.W. y G.C. Una broma cruel. Con un movimiento de muñeca, lo desabroché y
una adolescente ingenua en el sistema de casas hogar. La familia de magnates tecnológicos que vagamente dijo que me estaba buscando. Era una po
l centro. Salió, impecable como siempre, y luego apareció Katia, aferrada a su brazo, su risa tintineando bajo
uida sobre mi corazón roto. Y todavía no tenía ni idea de lo que se avecinaba. Pensaba que me tenía atada, una masco
contraste con la caótica sinfonía de mis pensamientos acelerados. Gael no estaba
e aterrizar, amor. Ya te extraño. No puedo esp
ras.
éndole matrimonio, un primer plano del diamante en su dedo. *¡Comprometida con el hombre m
aba un vestido que él me había comprado el año pasado, de un verde esmeralda brillante. Él la miraba con esa mirada intensa y posesiva que solía
ra una réplica de un recuerdo, una cruel distorsión de un pasado que una vez fue mío. Estaba imitando los gestos, las m
", había dicho, su voz suave, casi convincente. "Pero mi amor es un compromiso de tiempo completo. Te necesito aquí, a mi lado". Lo llamó amor. Yo lo
omo yo, Faye", había susurrado, sus palabras una cadena de seda. "Nadie te entenderá". Le había cre
ado. Ansiaba su estatus, su riqueza, su poderosa familia. Era todo lo que él quería: sumisa, ambiciosa de maneras que le se
inocentes. "Solo está preocupado por ti. Deberías escucharlo". Había sido una cómplice, una serpiente en la hierba, susurrando veneno en mi oído mientras afilaba sus pr
zón roto; era una repulsión profunda, del alma. Mi cuerpo temblaba, un
*¡Acabo de salir de la prueba de mi vestido de n
ba regodeando, retorciendo el cuchillo. Ella lo sabía
Las mentiras de Gael, las manipulaciones de Katia, la presión de su abuelo... todo era una trampa
e veía desarreglado, cansado, pero satisfecho. Entró en la sal
ngiendo sorpresa. Su voz era demasiado brillante
os, su tacto hueco. No respondí, no me moví. Hizo una pausa, luego s
ahora tenían un brillo de cálculo. Estaba analizando, eva
que me había prometido el mundo, el hombre que me había construido una jaula de oro, el h
bía ter

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